En periodismo me enseñaron a luchar por mostrar la verdad y defender con dientes afilados a los lectores. Me lo enseñó un cura, el cura Javierre, uno de los tipos con mejor visión periodística que ha existido en el siglo XX. “A los lectores no le podemos dar basura”, decía el cura, “los lectores tienen que saber que la verdad está ahí, en medio del fango de la injusticia y nosotros, los periodistas, nos tenemos que manchar las manos y, si es preciso, dejar en el camino un reguero de nuestra sangre. Porque se lo debemos a ese señor que cada día se acerca a un kiosco de Prensa, saca unas monedas, y compra nuestro periódico. A veces, ese señor, se hace con tu periódico desviando un presupuesto dirigido a comprarse un bocadillo. Ese lector no se merece una mala información con faltas de ortografía.”
Javierre tenía la sonrisa fácil y el genio de un lobo enfadado. Cuando explotaba en medio de la redacción, el silencio se quedaba calvo, las paredes herían de puro estremecimiento y la saliva quedaba engullida en la garganta con intención de no salir nunca más del sitio. El cura, al que jamás le vi con sotana y solo nos adoctrinó con citas de periodismo salvaje, era la antítesis de John Wayne pero jamás vi a alguien defendiendo con más vehemencia los valores sagrados del Periodismo.
Hoy, mi añorado cura se hubiera ido más allá de Groenlandia espantado tras ver ciertas cabeceras de los periódicos más clásicos, cada vez más al servicio del capital financiero y olvidándose para siempre de la ciudadanía. Ves El País, El Mundo, ABC, La Razón ves las televisiones públicas, las radios Todos ocultando la verdad y remando al viento de los intereses de los señores feudales del siglo XXI, todos lanzan basura desde las almenas contra los que quieren romper el mapa de las desigualdades y hacer trizas una dualidad partidaria que ha llevado a este país a la ruina más deshonrosa.
Vergüenza ajena da ver las infamias que, sistemáticamente, lanzan estos medios contra la nueva izquierda, como si esta gente (niñatos con coleta y vaqueros) fuera el mal de una sociedad cada día más vapuleada, cuando solo forman parte de un digno destacamento alineado a una ciudadanía que busca la brújula que secuestraron estas legiones demoníacas, esa estirpe que huele a sangre, esgrimen sonrisas nacaradas y cenan con dictadores.
No ha empezado la campaña electoral y ya están alineados. Ellos contra la nueva izquierda. Los francotiradores acechan y minan las aceras, llenan los buzones con mentiras y siembran de calumnias infames cada esquina. Están desesperados y disparan contra cualquier destello de luz. Son ellos: el capital financiero, los políticos corruptos de la derecha y la falsa izquierda. Y la gente lo sabe. No aguanta más tanta ignominia. Quiere luchar cada palada de cambio. Allí vive la verdad. Al final sacarás la mejor de tus sonrisas, condenado cura.
Foto: Carmen Vela
Patricia Moratalla