El ebook (I)

Por David Barreiro, escritor y periodista

Aun a riesgo de cometer el grave de error de que los hechos reduzcan el presente escrito a cenizas (digitales) en apenas meses o incluso semanas, voy a tratar de explicar lo que creo que supondrá la llegada del ebook, cómo afectará al sector editorial.

En este instante (uno ya no puede ir más allá del aquí y el ahora por temor a caer el vacío) la cadena de valor de la industria del libro la componen los siguientes eslabones:

ESCRITOR > EDITOR > IMPRENTA > DISTRIBUIDOR > LIBRERÍA > LECTOR

Además, hay otras piezas que, por diversos factores, pueden entrar a formar parte del engranaje, tales como agentes literarios, diseñadores gráficos, agencias de comunicación… pero nos quedaremos por ahora con lo que denominaremos “estructura básica” para ver cómo se verá modificada con la aparición del ebook.

Antes de entrar en comparaciones, es preciso apuntar que los cinco primeros agentes, como es natural, obtienen unos ingresos económicos por su participación en la confección del libro (en distintos porcentajes) que son asumidos en su totalidad por el lector cuando lo adquiere, a excepción de las obras subvencionadas por las distintas administraciones o patrocinadas por empresas privadas.

Con el ebook, la estructura básica de la cadena de valor se verá modificada sustancialmente y pasará a ser la que sigue:

ESCRITOR > EDITOR > LECTOR

Evidentemente, en un mundo digital, las imprentas pasarán a mejor vida, al igual que las distribuidoras y las librerías físicas. Así pues, sólo dos agentes de la estructura básica de la cadena se repartirán los ingresos: escritor y editor. Porque intuimos que seguirá habiendo escritores y lectores, pero ¿también editoriales?

Recientemente he acudido a algunas conferencias en las que los editores manifestaban su absoluta certeza de que seguirán tal y como hasta ahora en el entorno digital. Sin embargo, tengo mis dudas. En la actualidad, la fuerza de las empresas editoras reside en su capacidad para tener presencia en el punto de venta, para desarrollar estrategias de promoción y conseguir que su libro esté en todos los escaparates. Cualquier editor al que pregunten se lo dirá: lo más difícil, lo que les genera mayores quebraderos de cabeza, es la distribución, que supone un elevado coste que repercute en el precio final del libro. Sin embargo, en un mundo digital, ese coste desaparece y la diferencia entre unas editoriales y otras no estará más que en el interés que susciten sus autores. Así pues, las editoriales deberán convertirse en certificadoras de calidad, ya que cualquier pequeña editorial de provincias podrá poner a la venta su libro en internet y los potenciales lectores podrán acceder a él en igualdad de condiciones que al último best-seller, bastará con hacer CLICK. Del mismo modo, autores anónimos a quienes hoy nadie publica podrán hacerlo a precio insignificante. Y esto me lleva a pensar que, en este nuevo entorno en el que el coste de la distribución –ese nudo gordiano, no lo olviden– tenderá a cero, ¿para qué necesitarán los escritores de éxito a las editoriales? ¿Precisarán Dan Brown, Ken Follet, Arturo Pérez Reverte, Javier Marías o cualquier otro autor de ventas millonarias de una empresa que se lleve un gran trozo de pastel?

No sé ustedes, yo no tengo la respuesta o, al menos, una respuesta tan cierta y segura como he escuchado recientemente en distintos foros. Sí creo que las editoriales deben adentrarse en el nuevo modelo potenciando su marca, no su presencia en estanterías porque eso ya no tendrá ningún valor. Si no es así, corren el grave riesgo de desaparecer.

Y, si eso sucede, quedaríamos a merced de un mercado incontrolable con una nueva estructura básica de la cadena de valor:

ESCRITOR > LECTOR

Que, pensándolo bien, tampoco está tan mal, ¿no?

F.C.

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