Por Joaquín Becerra, periodista
Con el paso de los años se hace cada vez más difícil que la sorpresa sea parte de nuestras vidas. Los que estamos en los treinta conocemos bien esta sensación. De ahí que la necesidad de rodearse de gente que, de una manera u otra, aporte algo diferente al día a día se convierta en algo imperativo. Con la música, como expresión de vida que es, pasa lo mismo. La sensación constante de estar sumido en una rutina sonora nos acompaña y se hace cada vez más complicado darle esquinazo
Hace unos meses una señorita se personó en mi puerta para entre otras cosas obsequiarme con una banda de rock capaz de hacerme de nuevo creer que aún queda mucho por ver. Porcupine Tree, con 14 discos en el baúl de su trayectoria y un rock progresivo compuesto de influencias contrapuestas, es un grupo en el que depositar muchas de nuestras esperanzas de reinventarnos a nosotros mismos.
Su disco más redondo y accesible para nuestro bautizo es sin duda In Abstemia (2002), un trabajo cargado de grandes temas, con bases metaleras y matices psicodélicos muy propios de su etapa anterior. Blackest Eyes, The sound of Musak o la dulce canción Trains se convertirán rápidamente en excelentes compañeras de momentos propios.
Pero claro, nuestro camino es largo, como lo es la música compuesta por esta banda liderada por Steven Wilson, mentor de un proyecto que se inició a principios de los noventa. Deberemos ir con cautela por sus once discos anteriores, donde nos encontraremos con los oscuros paisajes ambientales de Up the downstair (1993), los teclados electrónicos al más puro estilo Pink Floyd en The Sky Moves Sideways (1995) o el rock-metal de Lightbulb Sun (2000) tan reconocible en sus últimos trabajos.
Hace dos semanas en la Sala Riviera de Madrid nos dejaron boquiabiertos a los más de mil afortunados que asistimos a su concierto. El fluir de sus múltiples y diferentes acordes nos llevaron por paraísos identificables con cualquier gran película que lleve el calificativo de alternativa en su memoria. Un recorrido por las diferentes caras del rock de los últimos treinta años ajeno a los circuitos comerciales. La expresión de que en lo vivido, escuchado y sentido con el paso del tiempo podemos encontrar la mayor de nuestras sorpresas.
Joaquín Becerra