Finalizó la Fira del Llibre de València, pasó Sant Jordi en Barcelona y se aproxima la Feria del Libro de Madrid. Entre los libros en castellano más vendidos en los dos primeros acontecimientos citados -el tercero, como es lógico, aún no se ha celebrado- figuran La mujer loca, de Juan José Millás, y Las tres bodas de Manolita, de Almudena Grandes.
Me llama poderosamentela atención que ambos libros se encuentren entre los favoritos de los lectores,muy por encima de los best-sellers de presentadores de televisión metidos aescritores o con nombre alquilado a sellos editoriales, que a fin de cuentas nodeja de ser lo mismo. Siempre me he preguntado si quiénes compran estos librosde autores herzinianos en realidad los leen o simplemente los adquieren parapoder hacerse una foto de desvirtualización con el famoso de turno en elmomento de la firma y así poder enseñarla posteriormente como trofeo de caza.Todo selfie tiene un precio y en estodel populismo antiintelectual ni te digo.
Tanto La mujer loca como Las tres bodas de Manolita son dos buenas novelas por tres razonesfundamentales que no siempre se dan: por haber conectado con el público, porser de autores de reconocido prestigio y por estar bien escritas. No voy aentrar en la crítica especializada doctores tiene la Iglesia-, pero su éxitoes obvio, digan los que digan otros autores envidiosos que no consiguen cautivaral público de la misma manera. Ya sabemos cómo se pone determinado sector del respetableque es incapaz de reconocer el éxito ajeno. En algunos cenáculos aún colea aquello de tener éxito es sinónimo devenderse al capital. Una estupidez como el desierto Kalahari. Los autoresescriben para que los lean cuantos más lectores mejor. Siempre hay alguno queescribe para sí mismo, algo que también respeto.
La mujer loca y Las tres bodas de Manolita son dos maneras diferentes de entenderla novela. La de Millás es un interesante juego sobre los límites de larealidad y la ficción. Una exploración sobre el género narrativo lleno deagudeza e ingenio. Una reflexión sobre el yo y su desdoblamiento, del juegofilológico. Una novela que habla de la eutanasia, de la locura del lenguaje, dela psicosis, de los verdadero y lo falso, de un crimen, del perdón y de lassegundas oportunidades. Por su parte, lade Almudena Grandes, tercera entrega de la serie Episodios de una GuerraInterminable, es una emotiva historia sobre los duros años de la posguerra. Unanovela coral fantásticamente escrita que apuesta por el realismo, que recupera nuestra memoria histórica y llama a la reflexión.
En estos momentos ambasnovelas resultan paradigmáticas. Ambas se adscriben a las dos corrientes mayoritariasimperantes en el actual panorama de lanovela hispana: la metaliteratura y el realismo. No voy a entrar en disquisicionesni voy a ver quién pisa a quién. Soy consciente que los sectores másintelectualizados prefieren la metaliteratura al realismo.
Allá ellos: cuestiónde modas. En EE.UU. nunca se ha dejado de valorar a este último, pero aquí escomo si de un tiempo a esta parte viviéramos una especie de maldición de Moctezuma en versión Enrique Vila- Matas. Desgraciadamenteno todos los escritores que van de metaliteratos están tocados por el mal deMontano. Por favor, que no metan en el mismo saco a Millás, que lleva añoshaciendo del juego de la fantasía y la realidad su marca de la casa. Millás esMillás. Nadie bucea en estos mares como él. Nadie escribe con tanta pulcritud. Lomismo pasa con Almudena Grandes que ha sido capaz de llevar el realismo a cimasmuy altas, ahora con su personal homenaje galdosiano.
Dos buenas novelas deéxito. Un paradigma pese a quien pese.
@manologild
Óscar Delgado