Donald Trump, póngidos y gritos en la selva

Ya tenemos a Donald Trump en la Casa Blanca. Bueno, todavía no. Ha ganado las elecciones, pero para llegar al número 1600 de la Avenida Pennyslvania, en Washington, tenemos que esperar a enero. Eso sí, algunos nos hemos quedamos patidifusos con el triunfo. Mejor dicho, nos hemos quedado con el autoengaño al confundir nuestro anhelo con la realidad. Mala cosa. ¿Cuándo nos daremos cuenta que no todo el mundo piensa como nosotros, ni tiene las mismas aspiraciones ni los mismos valores? A Trump le han votado y mucho, por eso ha ganado (la realidad). Otra cosa muy diferente es lo que nos hubiera gustado a mí y a otros muchos (la irrealidad).

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Hubiera gustado es la primera persona del pretérito pluescuamperfecto de subjuntivo del verbo gustar. Pasado y subjuntivo, ahí es nada. Un modo gramatical con el que expresamos lo que no es real, los deseos y las hipotésis, porque para lo real ya tenemos el indicativo. Donald Trump ha ganado. Ha ganado es la tercera persona del singular del pretérito perfecto de indicativo del verbo ganar. ¿Queda claro?  

 

No voy a repetir lo que significa Trump y la que se nos avecina, porque es la obviedad de lo obvio. Como minucia solo quiero recordar que este expresentador de reality show de la cadena NBC, empresario del sector inmobiliario especulativo, magnate hotelero y de casas de juego, financió proyectos con bonos basura y  dejó colgados a cientos de inversores con una bancarrota comercial de las que hizo historia. Luego se recuperó y con un discurso populista ha ganado las presidenciales en EE.UU.

 

Este machista redomado, xenófobo, homófobo, que se se burla de los discapacitados, que niega el cambio climático y que anuncia una dura politica centralista, dirigirá Occidente durante los proximos cuatro años y, con un poco de suerte, que la tendrá, los próximos ocho. Esto no es ninguna tontería subjetiva ni irreal. Hasta Angela Merkel está preocupada. Ya me dirás. Pero la voluntad del pueblo norteamericano se ha expresado en las urnas y aunque respeto el resultado, no lo comparto. No comparto es la primera persona del singular del presente de indicativo del verbo compartir en negativo.

 

Haciendo una juicio subjetivo –mío y de muchos como yo, aunque no seamos la mayoría-, el año 2016 es para que lo analicen todos los sociologos, politólogos, psicólogos de la galaxia, entre otros logos de pedigrí. El no de Colombia, el Brexit, Mariano Rajoy perpetuado en la Moncloa con la abstención del PSOE, la represión de Tayyip Erdogan en Turquía, el drama de los refugiados que ni se resuelve ni parece que interese resolver, el triunfo del neoliberalismo, la extrema derecha a la vuelta de la esquina y un largo e interminable suma y sigue son algunas de las realidades que ha traído este 2016 que no se ha acabado todavía.

 

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Como bien ha expresado mi buen amigo el analista político Cristóbal Herrera en sus redes sociales, 2016 pasará a la historia del mundo por ser el año en el que nos volvimos tarumba. Un pensamiento erasmista que subscribo. Es como si Estulticia moviera el cotarro mundo y la realidad fuese un cúmulo de desprósitos para solaz de los póngidos. Ya sabéis, monos como la simpática Chita de Tarzán y el lúbrico King  Kong, que se quedaron fuera de la carrera de la hominización. Por cierto, ¿os imagináis a King Kong perdiendo los vientos por Paris Hilton y escalando la Torre Trump de Nueva York  mientras huye del bigotudo Hulk Hogan?

 

En este planeta piruleta hay póngidos para hartarse. Jane Goodall y otras primatólogas pueden dormir tranquilas, porque la extinción de los monos no está próxima. Visto lo visto, no solo animaría a investigar la pongidización, si no también instaría a analizar el comportamiento de ciertos llamados homínidos, en realidad el eslabón perdido del proceso evolutivo. Es decir, que son homínidos por fuera y chimpancés por dentro. Pero como todo tiene un reverso, igual soy yo y unos cuantos más como yo los que somos la auténtica fosilización del eslabón perdido. Vamos,  que somos oragutanes felices comiendo plátanos en el Parque Nacional de Gombe Stream, en Tanzania. Pero los oragutanes pegamos algún grito de vez en cuando para llamar la atención.  Un amigo mío dice que los monos gritan en la selva porque avisan de la presencia de algún predador. Ahora resultará que los oragutanes sabemos avisar  muy bien a navegantes. Eso será.


@manologild

Foto: Bioparc

Manolo Gil

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