En las últimas sesiones de un Parlamento que representa a todos los ciudadanos españoles se puso sobre la mesa un plato indigesto: la corrupción. Nada menos que 65 casos de fango corrupto se enumeraron en la primera sesión plenaria. Los del partido mayoritario miraron a otra parte. Como si la lluvia cayera en Vietnam, nadie estiró un músculo. 65 casos de corrupción, sumados unos y otros, son miles de millones esquilmados al erario público. O sea, te han robado a ti, amigo lector.
Te han robado, contribuyente anónimo, pagano, y tú puede que no te hayas dado cuenta. O sí. Esta gente te viene horadando tu cartera desde hace muchos años y tú, campeón de la candidez, te has hecho el sueco. Y puede que hasta vivas en Suecia. Pero nada, sigues hincando los codos, devanándote los sesos para que tu familia llegue a fin de mes al filo de la campana o tengas que esperar al mes siguiente para que puedas comprar algo que tu mujer o tu hija desean y puede que jamás lo compres, porque no alcanzas. Ellos sí.
Ellos, politicastros de buen traje y sonrisa de reptil, sí llegan con holgura adonde les apetezca. Ellos conceden obras, firman manifiestos, redactan leyes, aparecen en las fotos impolutos, besan a los niños, veranean en las playas de moda y son clientes habituales en restaurantes cuyo menú lapidaría tu sueldo de un solo suspiro. Ellos te están robando a manos llenas con las bendiciones de un gobierno ejecutivo, que asiste a la laminación de un banco de la noche a la mañana, que deja arruinada a una legión de soñadores, todo por el bien común de ellos.
Y está ocurriendo en España, este país de Velázquez y Goya, de Cervantes y Quevedo, del Lazarillo de Tormes. El principal partido corrupto sigue en la cabeza de intención de votos. Mañana podrían ganar ellos en otras elecciones. La pesadilla se ha hecho bucle. Todos sabemos que roban, sabemos nombres y apellidos, pero no sucede nada. Más de medio país está anestesiado por el virus de la indolencia, un cincuenta por ciento de ese más de medio país lo forma una legión de estúpidos irreversibles. El otro medio país sigue sufriendo. Apenas queda aire para vivir y nos disparan para que sigamos caminando.
Foto: Carmen Vela
Óscar Delgado