En un país donde las cifras arden al clavo ardiendo de los seis millones de parados y los trabajadores que siguen en activo han visto cómo sus sueldos siguen adelgazando de manera grosera, nos llama poderosamente la atención que el número de millonarios ha crecido un 13 por ciento hasta superar la cifra de 400.000 afortunados.
El número de españoles con un patrimonio superior al millón de dólares(unos 740.000 euros al cambio) aumentó en 47.000 en el periodo analizado por laconsultora especializada Credit Suisse. Así, según los expertos, Españase convierte en el octavo país entre los desarrollados que registra unincremento mayor de ricos.
En España, la desigualdad social comienza a alcanzar cifras escandalosas.Son incesantes las peticiones para que muchos comedores de colegios no cierrenlas puertas cuando termine el curso, porque los padres de muchos niños tendrándificultades para alimentarlos. La respuesta del ministerio de Educación anteel trágico problema es ambigua y muchos temen que será negativa.
La recesión está causando estragos en la población española y el contrasteentre el descarnado drama de la mayoría y la opulencia de una minoría es tanvisible que no admite más respuesta que una reacción inmediata de la gente quetanto necesita. ¿O es ilógica la queja de los desesperados?
La respuesta del partido gobernante evidencia que su mirada no estáfocalizada en la mayoría ciudadana que más padece, sino en buscar solucionesprotectoras para que la minoría privilegiada siga incrementando sus beneficios.Los datos no engañan. A esta gente, el Pueblo (en mayúsculas) le importa muypoco.
Ante el problema del desequilibrio y la desigualdad creciente, los partidosmayoritarios se miran al espejo y sus preguntas se disparan en direcciones muyalejadas de la ciudadanía. La máxima
preocupación de estos partidos esadecentar el escaparate, mejorar la imagen, que una brisa de simpatía lesllegue. Ellos se abrazan al verbo, a la sonrisa arreglada, a la frase queimpacte en el intelecto de los ilusos. Los partidos que nos dominanpiensan en las elecciones más que en solucionar los problemas de losciudadanos. No ven más allá de sus ombligos. Pugnan por su blindaje más que enrecuperar la sonrisa de los que sufren. Y los que sufren siguen cada vez máslejos del bienestar, al borde mismo de la desesperación. ¿Y los ricos? Esmentira que los ricos también lloren.
Foto: Carmen Vela
Marcos García