En época preelectoral, el mundo dibuja de tonalidades rosas para el grupo que ostenta el poder y para el resto de los aspirantes que lo codician, el mundo es una pira a un paso de convertirse en carbón que dejará un río de cenizas.
Durante semanas, el mundo pareceráuna pasarela donde los políticos tratarán de exhibir músculo y palabra, yquerrán convencer al elector de las bondades del producto que vende, aunque elproducto sea el mismo elector, una persona cada día más desorientada, con lascarnes y la conciencia tan insensibles de recibir palos que el dolor formaparte de la rutina.
En estos tiempos de vigiliaelectoral, los políticos profesionales sacan a pasear el veneno, la codicia, lamentira y los números. Las cifras bailan al compás de los mentirosos y losmentirosos muestran un paño de propuestas y promesas que nunca se cumplirán.
El mundo gira cada vez más a favor delos poderosos, de ese Gran Hermano que todo lo controla e impide que casi nadiese salga de la fila. No importa las siglas y el tono de voz de los tenores. Laprocesión de ciudadanos dormidos camina al paso que ellos quieren y tocan latecla que un día les ordenaron.
En la próxima cita electoral, el autobúspuede cambiar de color pero seguirá con el mismo chófer y nos conducirá en ladirección donde no se vuelve. Este país se olvidó de los poetas y ya no escuchaa sus intelectuales. Este país se acuesta pronto y deja que los amaneceressangren. Las calles huelen a vigilancia. Suena una campana. Queda poco para lavotación. Muchos tienen cosidos el voto en la chaqueta y apenas sonríen.La indiferencia es la anestesia general de esta gente que duerme carente desueños. Porque nadie sueña: soñar es una posibilidad bajo sospecha.
Foto: Carmen Vela
Marcos García