Por Adrián Cordellat, periodista digital
Me molestan los que criticaban el inmovilismo de la juventudy ahora se pronuncian en contra de sus manifestaciones. Me irritan los mediosde comunicación que durante toda la semana pasada intentaron ocultar elfenómeno que germinaba en Twitter y Facebook. Me indigna que desde la derechamás rancia se califique a todo este heterogéneo movimiento como a “un grupo deantisistemas”. Me repulsan los políticos que ignoran a millares demanifestantes como si la cosa no fuese con ellos. Me saca de mis casillas vercomo la policía hace uso de la fuerza para disolver protestas pacíficas.
Me encanta, sin embargo, ver como la población toma la calley exige una política y un mundo mejor. Disfruto viendo a los más jóvenes exigiruna democracia de verdad, no aquella en la que unos votos cuentan más que otrosy nuestra única función es depositar una papeleta en una urna una vez cadacuatro años. Me gusta que periodistas del prestigio de Iñaki Gabilondo hayanconseguido entender tan bien las reivindicaciones. Me alegra que por fin sealcen las voces contra esta clase política dominada a su antojo por el sectorfinanciero y que pretende acabar con los beneficios sociales por los que tantolucharon nuestros abuelos y nuestros padres.
Como amante de las redes sociales, me gusta especialmentever el protagonismo que Twitter y Facebook han acaparado en el movimiento. Siaún quedaba alguna duda sobre el potencial de las redes tras las revolucionesislámicas, éstas han sido despejadas en los últimos días. La revolución delsiglo XXI se hace a través de los tweets y los hashtag, las armas principalesde la Spanish Revolution, como ya se ha bautizado en la red de microblogging. Como periodista, me felicito porque todoeste movimiento empiece a traspasar nuestras fronteras y sea portada de diariostan prestigiosos como Le Monde y noticia destacada en unos informativos comolos de la BBC.
Twitter y Facebook se han convertido en los grandesestandartes del movimiento #15m. Son hoyel fiel reflejo, aunque con un alcance infinitamente mayor, de lo que en su díafueron los periódicos y los panfletos en las guerras que asolaron Europadurante varias décadas del siglo XX. El cuarto poder que siempre se ha asociadocon el periodismo tradicional se tambalea. El mundo actual, las revoluciones islámicasy el movimiento #15m no se podrían entender sin la presencia y la influenciadecisiva de las redes sociales. Las reivindicaciones son las mismas que hanmovido a los pueblos durante toda la historia. Ahora, sin embargo, lasrevoluciones nacen y crecen a golpe de hashtag.
Adrián Cordellat es @acordellat