Sacarle el mejor perfil a la comida no es tarea fácil, pero las redes sociales están descubriendo que más personas de las que se cree tienen ese don. El fenómeno ha alcanzado tal envergadura que, incluso, ha permitido abrir las puertas hacia una salida laboral prácticamente inadvertida hasta el momento.
Estudió cocina en la escuela Hofmann, pero actualmente trabaja en la cansaladeria que su familia regenta en una localidad de Lleida. Así, rodeada de alimentación, Laura Ponts aprovecha los pocos ratos libres que tiene para disponer auténticos bodegones que captura con vistas a compartirlos en su perfil de Instagram, el cual ya cuenta con más de 25.000 seguidores, una cifra que no deja de subir. “Esto es puro placer. Pero hay que ponerle mucha imaginación. He subido ya más de 1.700 fotos y todas son diferentes. El 95% de ellas están hechas en casa e intento no comprar nada, sino que utilizo maderas antiguas o pañuelos, entre otras cosas“, explica ella misma. De hecho, siempre desmonta la escena nada más inmortalizarla y, como si nada hubiese pasado, retoma la faena en el negocio. De este modo, casi por casualidad, se ha adentrado en una especialidad en auge: la de food stylist o estilista gastronómico.
El escaparate de los medios sociales
Porque la afición se convirtió en profesión. “Lo más curioso es que me empezaron a seguir cocineros y que algunos como Nandu Jubany han llegado a contactar conmigo para que trabaje con ellos“, ilustra la propia Laura. Y no es un caso aislado. Raquel Carmona, por ejemplo, inició un blog cuando su suegra le regaló una Thermomix y ahí no solo encontró la vía para compartir sus recetas, sino también para calmar a ese gusanillo de la fotografía que le picó hace años. “La profesionalización tras la cámara fue paralela a la evolución de mis posts“, reconoce esta profesora de educación infantil que ha escalado posiciones online hasta convertirse en un referente. Ahora, imparte formación en su estudio de Córdoba y presta sus servicios a marcas comerciales que buscan el estilo personal que ha desarrollado instantánea a instantánea. Sin duda, su trayectoria no hubiese sido igual sin las plataformas 2.0. En sus palabras: “Cuando me llaman es porque han visto mi trabajo y quieren eso. Las redes sociales y el blog me han dado la visibilidad necesaria para llegar hasta aquí, por eso les dedico aunque solo sea un rato todos los días“.
¿Competencia desleal o sana?
Como ha ocurrido en otros ámbitos laborales, esta espontánea proliferación de talento en Internet obliga a plantear la duda de la injerencia entre los fotógrafos de largo recorrido en el sector. Sin embargo, parece que la rivalidad que se podría presuponer es nula, al menos en su sentido negativo. “Quien es bueno es bueno y las redes sociales ayudan a que la gente le conozca, pero es un salto más complicado de lo que parece y tampoco es un trabajo con el que uno se hace de oro. Para dedicarse a esto hay que invertir mucho dinero en infraestructura, porque cuando te enfrentas a una sesión el cliente no solo te pide que la imagen sea bonita, sino que el cien por cien del material sea bueno y como él quiere. Este planteamiento se aleja de la idea lúdica que vemos en las redes sociales“, argumenta Javier Peñas, quien puede presumir de haber puesto su objetivo a disposición de Paco Torreblanca, Joan Roca, Juan Mari Arzak o Rodrigo de la Calle, entre otros maestros, y de ser el fotógrafo oficial de Madrid Fusión, una de las citas más notorias del calendario gastronómico a nivel mundial.
Un concepto fresco, pero no del todo nuevo
En el presente se habla de food stylists, pero hace tiempo que los home economists forman parte activa de cualquier retrato de la comida que se precie, pues este es el término que se ha empleado siempre en publicidad para nombrar dicho perfil laboral. Eso sí, la noción ha ido evolucionando con el tiempo. Siguiendo con las declaraciones de Javier: “Todo cambió con el paso a digital, que permitió que las sesiones fueran más rápidas y menos costosas, así como la estética giró a lo minimal con planos cortos y sencillos en los que el estilista, en ocasiones, no era necesario. Pero en los últimos años se ha vuelto a un estilo más anglosajón, en el que el contexto tiene mucho que decir. Nos hemos vuelto a alejar del plato, lo que a permitido que entren en juego vajillas, superficies, cubiertos, copas… Atrezzo, en una palabra. Y quien sabe de esto más que nadie es un estilista“. Por ello, los entrevistados coinciden al apuntar que no hace tanto cuando los profesionales en esta disciplina tan concreta escaseaban, mientras que ahora ha aumentado la oferta y la demanda al respecto.
El esfuerzo al otro lado de la cámara
Con todo, independientemente de si un fotógrafo y un food stylist trabajan a la par o ambas tareas dependen de una misma persona, cada imagen que sale a la luz en una publicación o un anuncio de este ámbito lleva a cuestas horas y más horas de trabajo. Las agujas del reloj corren que vuelan con solo montar el equipo y el set cámara, flashes, etcétera y tomar varias fotos de cada plato que siempre requiere unos últimos detalles para que sea inmortalizado en el momento idóneo de cocción o de preparación . Este tiempo se puede multiplicar en la fase de postproducción y a todo ello, además, cabe añadir la deliberación previa junto con el chef o el encargado de la sesión para definir las correspondientes pautas. Una vez definidas, también hay que tener en cuenta el posterior ejercicio de creatividad que marcará la diferencia sobre el resultado final.
“A la hora de hacer una fotografía trato de contar una historia, así que elijo los elementos que creo que mejor expresen lo que quiero contar. Luego me fijo en los colores que tiene la comida y, partiendo de ellos, elijo los tonos complementarios que apoyaran la escena. Lo que intento plasmar en mis bodegones es que se note que está ocurriendo algo en ese instante: que haya migas sobre el mantel, una copa de vino a medio beber, una mancha de tarta en el mantel
Que cuenten una historia a través de los materiales, la composición, el encuadre y la luz“, explica Marta Muñoz-Calero, periodista que descubrió su vocación como home economist, lo cual combina con su labor como redactora colaborando en revistas de la categoría de Vogue o Elle.
Sobre fotogenia no hay nada escrito, pero
Chocolate, huevos, vegetales, carnes crudas o guisadas a fuego lento, sopas, purés, mariscos A diferencia de otras cuestiones, la guapura de los alimentos o su facilidad para posar frente a la cámara descubre las disparidades de criterio que presentan las voces que han participado en este artículo. Sin embargo, el acuerdo vuelve a hacer acto de presencia cuando de una lectura sobre el futuro del estilismo gastronómico se trata. “La comida es algo primario y el arte de cocinarla, fotografiarla, disfrutarla y reinventarla es algo que evolucionara con los seres humanos y nunca dejará de estar de presente en nuestras vidas“, resume Marta.
Rafael Salido