El cantautor californiano Martin Spence demuestra cada día que la condición humana es impredecible y que puede llevar a un hombre de la rudeza y el riesgo de los deportes extremos a afinar hasta el límite una deliciosa sensibilidad musical que trata de acercar el público español desde la humildad y la delicadeza más embriagadora.
Hay días de esos que como periodista te levantas con la sensación de que has olvidado el contacto con la gente, esas historias enriquecedoras que se esconden en cada rincón por el que pasas. Esta semana ha vuelto a suceder. Me he topado con una persona que tenía un recorrido vital que contarme tan enriquecedor y motivante que he improvisado una entrevista con él.
Martin Spence es músico, cantante y compositor. Llegó a Tudela, Navarra, por amor a una española que le robó el corazón, pero parte de su esencia se quedó en California del Sur, Estados Unidos, donde nació, se crio y desarrolló su pasión por esta disciplina artística. Ha compaginado las partituras y los arpegios de guitarra aunque también toca el piano, el bajo, la batería y el arpa celta con la profesión de psicólogo y de profesor de inglés.
Pero, junto a la música, lo que le ha movido durante casi 20 años y le ha animado a superar cada reto que se le ha colado en la cabeza ha sido la práctica de deportes extremos. De hecho, ha sido especialista en este tipo de actividades y guía de rafting y de climbing. Entre sus hazañas se encuentra haber escalado el Half Dome del valle de Yosemite, California, o haber corrido el Desierto de Death Valley. Un aventurero empedernido que hoy se entretiene explotando su creatividad y su sensibilidad con las cuerdas de su guitarra, pero sin perder de vista al deportista que un día fue.
¿Qué significa para ti la música?
¡Uf! La música es fundamental para mi existencia. Es una pasión que yo creo que me hace más humano, más humilde, que me hace sentir más cerca el mundo y las emociones que me rodean.
¿Cómo surgió esa pasión?
Mi padre es un amante de la música. Recuerdo cuando tenía 8 años y empecé a escuchar los discos que él tenía: grupos como Tijuana Brass, Paco de Lucia, The Carpenters, Burt Bacharach y muchos otros del jazz, el pop, el clásico o el flamenco etc.
¿Cuándo empezaste a componer música?
Cuando tenía 12 años a mi hermano mayor le regalaron una guitarra, pero no la tocaba, y yo a escondidas lo hacía. Así empecé y, sin saber leer música, aprendí a tocar y a escribir canciones. Era un tiempo difícil, ya que mis padres se habían divorciado y me sentía un poco solo. Pero comencé a correr y a hacer ciclismo por la playa o las montañas y me surgían las canciones, oía todos los instrumentos en mi cabeza.
¿Dónde encuentras la inspiración?
Las canciones vienen en cualquier momento, a cualquier hora y es algo que trato de capturar al instante como creación espontánea que son. Trato de escribir lo que estoy sintiendo en ese momento. Me gusta andar solo por la naturaleza y en los instantes de silencio siento la música que me rodea a mí y a todo. Es algo espiritual. Muchas canciones las he escuchado también en sueños mientras duermo y justo cuando despierto las he tenido que grabar.
¿Cómo definirías el estilo de tu música?
Es complicado definirlo. En este momento estoy escribiendo algo de indie y de folk alternativo, pero también he compuesto post rock, pop, ambient y música instrumetal. No me gusta estar encasillado, ni creo que tenga un estilo que me defina. Simplemente doy gracias a Dios por poder expresar lo que siento de muchas formas.
¿Qué mantienes de la tradicional música del sur de California?
Es una zona muy abierta musicalmente. Hay tantos estilos que te puedes volver loco, porque realmente no hay nada tradicional. También tengo influencias de la American Music Club, de The Red House Painters y, por supuesto, de Burtbacharach.
¿Qué te gusta transmitir a los asistentes a tus conciertos?
El realismo de la vida, el amor, el lamento, la pérdida o el encuentro y la esperanza. Mis canciones son muy personales y trato de ser sincero. Me gusta que la persona que viene a escucharme se vaya sabiendo que han conocido a un hombre que, con su humildad y sinceridad, les ha contado unas historias propias con todo el sentimiento.
¿Qué te trajo a Tudela? ¿Qué echas en falta de California?
El amor y solo el amor. Tengo una esposa que me da fuerzas para seguir adelante con la música. En Tudela también doy clases de inglés y de escritura creativa cuando no estoy componiendo o viajando por los conciertos. Echo todo de menos de California. Es otra vida, la verdad. Añoro la comida mexicana e italiana de allí, el Death Valley (el Valle de la Muerte) y las sierras nevadas. Aun así, Navarra tiene unas tradiciones muy interesantes que me encanta.
¿Presentas disco próximamente?
Sí, actualmente estoy en ello, escogiendo las canciones para el nuevo disco que se va a titular Between The Wind & Sound. Va a ser el tercero, después de From Her Room y Currents, y se pueden comprar en cdbaby.com.
¿Va a haber gira por España?
Tengo pensado quizás recorrer Bilbao, Zaragoza y Pamplona en los próximos meses. También hice algo interesante con el actor Simón Andreu en Madrid en enero, además de un concierto en Navarrenx, Francia, con unos artistas geniales en marzo. Y poco más este año.
Además de músico, has sido deportista extremo. ¿Qué te llevó a ello?
Mi amor al deporte nació a los 12 años, y a los 16 ya había corrido mi primer Triatlón de distancia. Hice muchos en Colorado, Nuevo México, Arizona y California, entre otros. A los 20 años me dio por hacer escalada y mi conexión con la naturaleza se fortaleció. El deporte extremo te hace humilde, te quita esa piel tras la que nos escondemos.
¿Cuáles fueron los momentos más duros y los más gratificantes de escalar el Half Dome de Yosemite, California, o de correr el Desierto de Death Valley?
La primera vez que mi mejor amigo Craig y yo escalamos Half Dome fue terrible. Empezamos a las ocho de la mañana y pasamos tanto tiempo clavados al muro moviéndonos despacio que nos acabamos enseguida el agua que llevábamos a temperaturas de 30 grados. La piedra estaba caliente y no terminamos hasta las cuatro y media de la tarde, pero ¡todavía teníamos que bajar al campamento que eran ocho kilómetros más! También recuerdo cuando corrí el medio maratón en Death Valley con temperaturas con temperaturas que superaban los 46 grados. ¡Era para morirse! Mis zapatos se derretían en el suelo y consumí más de 7 litros de agua. Lo peor fue tratar de reducir la temperatura corporal después, para lo que tardé más de 5 horas. A pesar de todo, esos momentos, aunque incomodos, me hicieron mejor hombre. Batallas contra ti mismo y te llenas de emociones y también de rabia. Los dolores te pueden volver loco, pero al final, si consigues poner todos esos sentimientos en el lugar adecuado, terminas mejor persona de la que empezaste.
¿Qué te hizo “colgar las zapatillas”? ¿Tienes idea de volver a practicarlo?
Bueno, escalar todavía lo sigo practicando, pero llevo cinco años sin hacer algo grande como el Echo Challenge o el Ultra Trail Run de Andorra de más de 200 kilómetros. Desde entonces he ganado peso, pero siento que es hora de ponerme en forma de nuevo y de cumplir todos los sueños que me quedan por vivir.
Laura Bellver