Experiencia sin fecha de jubilación

Ramón Lobo (El País) y Mathieu de Taillac (Le Figaro) alegan a favor del trabajo de corresponsal con el III Café y Periodismo como testigo

ÓSCAR DELGADO, Madrid. La agenda setting, el ‘y tu más’ de la brega política, la convocatoria institucional, el deporte de resultados o el conflicto internacional teledirigido por versiones editoriales condicionan el día a día del periodista. La tarea del corresponsal, la del profesional que cuenta a su país lo que ocurre en otros países, queda más expuesta si cabe a la oficialidad, algo que saben bien Ramón Lobo y Mathiue Taillac, los protagonistas de la tercera edición del Café y Periodismo celebrada en Madrid el pasado sábado.

Durante dos horas, y bajo un formato evocador de las antiguas tertulias de plumillas, los invitados hablaron de tú a tú sobre su experiencia en distintos focos de noticias, la interpretación que de las mismas realizan a diario y de las armas del periodista para enfrentarse a los hechos inducidos por fuentes interesadas. La principal, la experiencia. Una virtud que, como reconocieron ambos profesionales, está en peligro de extinción por el afán prejubilatorio instaurado en los medios de comunicación y por la crisis que vive la profesión ante el nuevo contexto digital. El periodista francés de Le Figaro, lamentó que “la gente joven que trabaja en los medios de comunicación se haya quedado sin referencias”, la de los periodistas experimentados. Lobo fue más allá y calificó las prejubilaciones como “uno de los mayores dramas de la crisis de los medios”.

Con todo, el trabajo de los corresponsales pasa inadvertido muchas veces. Cuando cogemos sin tiempo un periódico y lo leemos, tendemos a dirigirnos a las páginas que más nos gustan o a hojearlo en unos minutos sin detenernos siquiera en todos los titulares. Lo local o lo vinculado a experiencias vividas en primera persona condiciona el interés que mostramos hacia una u otra información. Hace dos años, Grecia sufrió un verano en llamas. Ramón Lobo recordó que dio cobertura a la noticia sin detenerse a pensar a cuántos lectores impresionarían sus palabras o quiénes comprarían el ejemplar para leerlas. Sí supo, por el contrario, de una pareja que sólo se detuvo en la crónica que escribió para reparar en que habían estado muy cerca de la tragedia.

Las historias del corresponsal
Tanto para Ramón Lobo como para Mathieu Taillac la mejor forma de centrarse en los hechos pasa por narrar historias, las mismas que se pueden encontrar en cualquier punto de interés informativo, por muy oficial que éste sea. Enfocan su trabajo como buscadores de historias porque, como dijo Lobo, “se puede hacer periodismo divertido y entretenido hasta de la política, hablando con la gente, la gente que también ve, escucha y lee historias”. Tendencia, según indicaron, de la que rehúyen las principales cabeceras cuando fijan versiones adaptadas a la agenda-setting y a su línea editorial. En este sentido, Lobo recurrió al “índice de aburrimiento” de un periódico, el que sale de “dividir el número de corbatas que publica por el número de páginas” para ilustrar el hecho de que “los políticos hayan invadido los periódicos”.

En cuanto a la soledad del corresponsal, el de El País aclaró que “siempre que viajo tengo miedo a cagarla y a la soledad. Pero para salir a ‘cazar’ se trabaja mejor solo”. Taillac corroboró a su homólogo y bromeó con su condición de “corresponsal ibérico”, alejado de la manifestación pro-Garzón que ‘institucionalmente’ recorrió las calles de Madrid mientras un grupo de periodistas compartía historias de las que gustan a la gente en un pequeño local de la calle Velázquez. Twitter puso el resto, los asistentes, una vez más, difundieron en 140 caracteres las frases de los dos invitados y las reflexiones que rescataron para compartir con sus ‘followers’.

El IV Café y Periodismo se celebrará el último fin de semana de mayo y abordará las diferencias entre los modelos de televisión pública y privada.

Óscar Delgado

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