Con la llegada del frío empezamos a tirar de agua caliente y calefacción, pero la mayoría de las veces el aumento del confort es directamente proporcional al gasto. Recopilamos algunas pautas para que el invierno no haga menguar tu cuenta bancaria.
Los meses más fríos del año suelen ir unidos a una subida del gasto en la factura eléctrica. Mantener el hogar caldeado, alargar esas tan agradables duchas de agua caliente o cocinar en vitrocerámicas durante más tiempo son cosas que rara vez se hacen durante la temporada estival, y que llevadas a cabo con cierta frecuencia implican una subida automática de la factura que no pasa desapercibida a final de mes. Para evitar que el desembolso sea exagerado, teniendo en cuenta que aun así inevitablemente será más alto que en meses de menor exigencia energética, una serie de pautas pueden ayudar a contener el gasto.
- Conoce tus necesidades. “Lo primero es conocer qué demanda de calefacción tendremos a lo largo del invierno, duración de la temporada de calefacción, temperaturas mínimas exteriores, temperatura de confort interior y hábitos de los ocupantes”. Así resume este punto un experto de Bosch para dar a entender la importancia de conocer de antemano qué vamos a requerir y no incurrir en excesos energéticos posteriormente. Saberlo nos puede ayudar a no incurrir en excesos y, sobre todo, a no llevarnos sorpresas.
- Invierte en tecnología. Aunque de primeras pueda suponer un gasto, destinar una determinada cantidad de dinero a renovar la infraestructura tecnológica del hogar, especialmente si tiene ya muchos años, puede suponer en realidad un ahorro. Los electrodomésticos, termos o calentadores de última generación utilizan menos energía para cumplir sus funciones, proporcionan un servicio de mayor calidad al usuario e implican un ahorro en la factura inmediato que amortizará el desembolso inicial en poco tiempo, además de ser más respetuosos con el medio ambiente. La consecuencia es, como asegura el experto de Bosch, “un ahorro de costes y de emisiones”.
- Cambia tus hábitos. Hay cosas que, aunque puedan ser prácticamente insignificantes por sí mismas, en conjunto pueden suponer la diferencia entre una factura desorbitada y una factura normal. Esas luces innecesariamente encendidas en habitaciones en las que no hay nadie, lavadoras medio vacías o cargadores enchufados sin cargar nada son piedras que, todas juntas, forman un gran castillo en forma de abultada factura.
- Conserva bien tu hogar. Un buen mantenimiento puede ser más útil de lo que parece: ventanales que sellen mal, humedades, radiadores obstruidos… Los pequeños detalles pueden alterar la temperatura del hogar, que al necesitar más energía para llegar a una temperatura de confort recibirá una factura más elevada a final de mes. Las revisiones periódicas y no dejar nada para el día siguiente son costumbres que deberíamos adoptar para que, a la larga, no nos acabe saliendo más cara la dejadez que la acción.
- Dúchate en el gimnasio. Sí, es una tontería, pero funciona. Una costumbre tan cotidiana y poco excepcional como darse una ducha tiene una incidencia enorme en la factura eléctrica durante el invierno: los pequeños calefactores con los que caldear la estancia antes, durante y tras la ducha tienen un gasto enorme; los calentadores trabajan a pleno rendimiento para abastecernos de agua (muy) caliente durante más tiempo de lo habitual y los secadores de pelo se vuelven obligatorios ante la imposibilidad de dejar que se seque a temperatura ambiente. Todo aquel aparato que tenga como objetivo cambiarle la temperatura a algo, ya sea para enfriarlo o calentarlo, tiene un gasto energético importante, lo que en invierno convierte cada ducha en un desembolso. Ahorrarse unas cuantas a la semana puede no ser tan mala idea.
Soma Comunicación