El actor Josema Yuste derrocha humor a borbotones desde que se colocó su primer pelucón como parte inolvidable de Martes y Trece hasta la actualidad, que le regala éxitos indiscutibles sobre las tablas de los teatros.
Nos hizo reír con Martes y Trece y cubrió más cuota de pantalla que la mayoría de tertulianos de la salsa rosa televisiva. Pero hace ya bastantes años que Josema Yuste dejó a un lado la empanadilla de Móstoles y el robobo de la jojoya para centrarse en lo que siempre le ha apasionado como actor: el teatro. Eso sí: sin perder de vista la comedia, de la que da rienda suelta en la obra Taxi, que también dirige y ha adaptado, con la que se encuentra recorriendo los escenarios de toda España.
¿A quién interpretas en Taxi?
Interpreto a un taxista, que aparentemente vive una vida muy rutinaria y normal, pero con la gran salvedad de que este hombre está casado con dos mujeres. Por lo tanto, vive en dos casas diferentes y frecuenta dos bares distintos. Comparte una doble vida que solo él sabe. A partir de ahí se generan multitud de situaciones que él tiene que ir controlando para que nadie le descubra. Es una comedia de enredo divertidísima.
¿Qué es lo que más te ha gustado de tu personaje?
Es un personaje de comedia muy natural, como a mí me gustan, nada histriónico. Aparentemente bueno, trabajador, sencillo, que oculta una doble vida que trata de manejar lo mejor posible y ese aspecto canalla del personaje me gusta mucho hacerlo.
¿Cómo está siendo llevar las riendas de la dirección y de la adaptación de la obra? ¿Por qué ahora este momento yo me lo quiso, yo me lo como?
Porque o lo hacía ahora o no lo hacía nunca. Los trenes pasan pocas veces en tu vida y hay que subirse a ellos. Y creo que era el momento oportuno de coger el tren del control del producto de principio a fin, el tren de no tener a nadie por encima, el tren de poder decidir por ti mismo equivocarte o acertar, pero la decisión final va a ser tuya. Esa es una sensación muy bonita y quería experimentarla.
¿Cómo fue echar el cierre, por su parte, de la obra La cena de los idiotas tras tantos años de éxito?
Me quedo con que es una obra estupenda, una obra deliciosa que tiene muchísima complicidad, humanidad, crueldad. Refleja muy bien cómo somos los seres humanos. Es una comedia que deja huella y que no me importaría repetir en unos años. De hecho, mantengo la compañía en Madrid, con otro reparto y sigue yendo la gente a verla.
Además, te has llevado a otro gran compañero, a Felisuco, de una obra a la otra.
Sí. En La cena de los idiotas interpretaba al inspector de Hacienda y aquí hace otro inspector, pero de policía.
Si nos ponemos un poco más trascendentales, ¿qué significa para ti la profesión de actor?
Es gran parte de mi vida. Yo formo parte de ese grupo de actores que nos llamamos vocacionales. Desde que tengo uso de razón, a los 6 o 7 años, siempre quise ser actor. No sé por qué, ya que no tenía ningún antecedente en mi familia, pero siempre lo deseé desde que mi padre, que era muy aficionado a los espectáculos, comenzó a llevarme al teatro. Además, todos los fines de semana íbamos. Me quedé sin mi madre cuando era muy pequeñito y mi padre se volcó mucho conmigo, al ser el menor de 5 hermanos, de esta forma. Me entró la afición y descubrí que yo quería ser el protagonista de esa película o de esa obra de teatro. Siempre perseguí ese sueño hasta que lo conseguí.
¿Y qué te aporta la comedia?
No la veo fuera de mi vida. Me siento muy bien ubicado en este género y la hago porque me divierte mucho y porque hago feliz a la gente. Eso me satisface muchísimo.
¿Has bebido de algún cómico desde esa infancia en la que ibas de teatro en teatro con tu padre?
Nunca he idolatrado a nadie, lo reconozco. Sí he admirado a muchas personas, pero nunca he seguido los pasos ni el patrón de nadie. Yo soy yo para mal o para bien. Creo ser un actor con personalidad propia.
¿Qué es lo que se siente encima de un escenario como actor?
Sobre el escenario se sienten cosas parecidas a las que deben sentir los toreros: miedo o nervios de cara al público, que tienes que controlar, y un placer, como un orgasmo del alma, enorme. Es una mezcla que tienes que ir gestionando durante toda la obra. El miedo es porque estás expuesto al público en carne y hueso, y el placer es porque me hace feliz hacer reír a la gente. Cuando la gente me para por la calle y me dice simplemente gracias o me has hecho reír muchísimo, no hay sueldo que lo supere.
¿Qué balance haces de tu carrera profesional?
Muy positivo. Siempre uno tiene ambición por haber hecho otras cosas como hacer más cine o algo más dramático cuando era joven, pero el tiempo pone a cada uno en su sitio y a mí me ha colocado como actor de comedia, que es lo que sé hacer y para lo que he nacido, para hacer feliz a la gente. Me quedo con eso y doy gracias a la vida por habérmelo dado.
Me vas a permitir que te lo pregunte como tantos otros han hecho ya: no va a haber vuelta de Martes y Trece, ¿verdad?
Como pareja artística no volveremos. Otra cosa es un festival benéfico, un anuncio publicitario puntual o una entrevista de televisión. Eso sí podríamos valorarlo. Es un tiempo maravilloso ya superado el que tuvimos y las cosas hay que dejarlas en buen lugar.
¿Hay más proyectos a la vista?
Es muy complicado. Hace poco me llamaron para participar de nuevo en la última temporada de La que se avecina, pero era muy complicado compaginarlo con mi gira por los teatros, a la que ahora doy prioridad. El teatro es mi medio de vida y me siento muy cómodo en él.
Laura Bellver