“Lo fascinante de ser actriz es nunca tener la vida resuelta”

Esta semana 360 Grados Press ha compartido impresiones, inquietudes y locuras varias con la reconocida actriz de televisión, cine y teatro Cristina Alcázar, que mantiene el descaro y una forma de ser arrolladora tanto dentro como fuera de los escenarios.

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Se sienta sobre la mesa del tocador del camerino, se levanta, gesticula, se maquilla y para en seco con el fin de remarcar con su voz o con sus manos los momentos de énfasis de su discurso. Puro torbellino. Así es la actriz Cristina Alcázar (@Cristinalcazar), conocida por sus papeles en series de televisión como Cuéntame o Física o Química, y que actualmente se encuentra rodando por los teatros españoles de la mano de la obra La vida resuelta, dirigida por Juan Pedro Campoy. En ella comparte tablas con otros actores de la pequeña pantalla como Carlos Santos (@Carlos_Santos_r) y Laura Domínguez (@LauMDominguez). Una profesional de la actuación, Alcázar, que encamina su vida profesional y personal desde la humildad, la falta de complejos y el desenfado más absoluto.

 

¿Crees que la generación de los “trenta y tantos”, con su búsqueda interminable del éxito, pero con la frustración de no conseguirlo, puede tener alguna vez “la vida resuelta”, conformarse con lo que se tiene y ser feliz, como les sucede a los personajes de vuestra obra?

Esa es la lucha de nuestra generación: o te conformas o sigues luchando. Mi personaje en obra dice que “por muy mayores que nos hagamos, nunca tenemos lo que queremos”. Esa es la clave. Antes cuando algo se rompía, se arreglaba; ahora se tira y se compra otra. Desde una televisión o una lavadora hasta una relación que no funciona.

 

¿Consideras tu vida resuelta? ¿Es posible hoy en día?

¿Tú crees que en mi profesión voy a tener esa sensación? Nunca. Además, lo fascinante de ser actriz es esa sensación de nunca tener la vida resuelta. Sobre todo porque si no sería muy aburrido. Aunque sí me gustaría tener una familia con hijos. Y lo demás, a lucharlo.

 

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Supongo que cuando se consiguen ciertos logros como actriz, los objetivos que buscas como persona ya son tan tradicionalmente “sencillos” como querer tener una familia.

La gente cree que el mundo del ‘artisteo’ es todo diversión, con tanto movimiento, durmiendo cada día en un sitio diferente, al final lo que quieres es agarrarte a cosas de verdad: llegar a tu hogar y que alguien te está esperando. Nada más.

 

¿Cómo es tu personaje en la obra?

A mi personaje le mueve un motor que es el amor, aunque sea mal entendido. Ella está muy equivocada a la hora de escoger el camino para conseguir su objetivo amoroso. Es la típica que lee todo lo que pasa en el mundo para estar muy enterada, pero luego en la práctica hace cosas que son desastrosas. Está embarazada y el bombo trae sorpresa. No cuento más.

 

¿Es fácil interpretar a una embarazada en una obra tan agitada?

No, pero me encanta. Además, la historia transcurre en una guardería y me tengo que sentar en una sillita de niño y se hace muy cómodo cada vez que en la obra me tengo que levantar para ir al baño. Tuve la suerte de que mi hermana Elisabeth estaba embarazada del mismo tiempo que mi personaje, así que la fui probando en diferentes situaciones para ver sus movimientos y sus gestos. La grabé y la copié.

 

Has tocado los tres pilares de la actuación: el cine, la televisión y el teatro. ¿Con cuál te quedas: con papá, mamá o el abuelo?

Me quedo con la familia entera. A mí lo que más me gusta es trabajar, entonces me da igual el medio. Teatro no me falta nunca, en televisión me encantaría volver a trabajar y si la vida me da una sorpresita de algún papel en cine, encantada.

 

¿Qué te aporta cada medio?

El teatro te aporta el directo puro y duro, el estar ahí con el público. Es donde más desnuda estás como actriz. De la televisión me gusta el ritmo frenético que tiene, las evoluciones que sufren los personajes con los capítulos hacia puntos insospechados. Del cine me gusta la perpetuidad que aporta a tus personajes en la historia, que queda para toda la vida.

 

También te lanzaste a la dirección del cortometraje Aunque todo vaya mal. ¿Cómo da ese salto una actriz? ¿Te pareció más sencillo de lo que realmente fue?

Cuando me puse a dirigir, me di cuenta de que los actores vivimos en una nube. Pasan muchas cosas desde primera hora y el equipo se encarga de que el actor llegue, se maquille y actúe y no se tenga que ver afectado por los problemas que surgen. Se nos protege mucho. Me di cuenta de eso. También me di cuenta de la importancia de que el actor escuche y entienda la historia que quiere contar el director, no la suya propia como actor.

 

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¿Y cómo es Cristina Alcázar fuera de los focos? ¿También se levanta cantando sin parar como el protagonista del corto?

Yo soy un poco culo inquieto y me levanto ya con el petardo en el culo. Si no tengo nada que hacer, me busco la ocupación que sea.

 

¿Vas a repetir la experiencia como directora?

Sí. De hecho, dirigí un documental que está en postproducción y que se llama “Piensa, observa y respira”. Lo pude rodar a través de crowdfunding y los mecenas están deseosos de ver los resultados, ya que lleva dos años gestándose. Pero como ahora no hay dinero para nada, todo el mundo colabora contigo, pero con el tiempo del que dispone. El rodaje fue un proceso de seis meses que me encantó. La idea surgió a partir de la Fundación Alfa, de la que soy madrina y que tiene viviendas tuteladas para personas con discapacidad. En ellas les enseñan a que tengan responsabilidades, a buscar un trabajo apto para ellos. Yo quise ayudarles con este documental que recoge el proceso de creación de un musical con actores profesionales y oros discapacitados para ver realmente dónde está la discapacidad. Y te digo que ellos tienen capacidad limitada, pero que nosotros tenemos más incapacidad que ellos. Fue durísimo emocional y mentalmente, pero alucinante.

 

Eres de Elche, ¿crees que es importante, a pesar de convertirse en una cara conocida, no perder de vista tus orígenes y recordar de dónde vienes?

Yo lo recuerdo todo el rato. Porque como es todo tan efímero, ya que desapareces seis meses de la televisión y ya no eres nadie, nunca puedes olvidarte de quién eres. Voy todos los meses a Elche y ellos no se preocupan tanto por la serie en la que vas a salir, si no en si estás trabajando, si estás bien. Primero te preguntan por tu profesión y luego ya soy la Cristina de siempre: la que hace el tonto, la que grita, la que quiere follón por la noche. No me gusta estar pendiente tampoco de lo que la gente opina de mí. Al principio sí lo hacía: cuando me miraban pensaba “¿es porque estoy guapa o porque soy famosa o qué?” y a lo mejor querían una foto y no se atrevían a decírmelo. Otros sí lo hacen aunque sea a las seis de la mañana, o en una boda te hacen más fotos que a la novia. O te cuentan su vida durante el evento y cuando van borrachos te la vuelven a contar. Todo el mundo cree que se podría hacer una película sobre ellos y te lo dicen. Y la verdad es que tienen razón.

 

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¿Siempre quisiste ser actriz desde pequeña en Elche?

Siempre. En mi diario, a los 11 años, ya decía: “yo de mayor quiero ser actriz, actriz y bióloga”. Y ahora pienso: “soy Ana Obregón”. Es maravilloso.

 

¿Crees que como actriz es necesario el reconocimiento de una actuación o la popularidad máxima, o que se puede disfrutar de la profesión desde el papel secundario, pero de calidad?

Lo ideal es mantenerte con papeles de calidad y me gusta tener papeles secundarios potentes. Pero a veces la profesión te pide a gritos que tienes que tener un papel bombón para llegar a sitios inaccesibles. Y es una putada. Como le pasó a Carmen Machi, que ya era una pedazo de actriz antes de 7 vidas y de Aída, pero que empezó a brillar para el gran público hasta que no llegó allí. Aunque hay muchos actores que no llegan a ese éxito, pero están felices con lo que hacen.

 

¿Tienes proyectos en marcha?

Estreno Palabras encadenadas en el Teatro Ara con Ramiro Blas y con La Ruta Teatro vamos a producir pronto Ninette y un señor de Murcia con Miguel Rellán y María Garralón, entre otros. Vamos, un verdadero placer no parar de trabajar.

Laura Bellver

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