Sin duda, uno de los municipios españoles más recordados por los cinéfilos que peinan canas es Colmenar Viejo. Allí se localizaron rodajes de género western tan emblemáticos como Por un puñado de dólares y El hombre que mató a Billy el niño. Esta semana 360 Grados Press desenfunda las pistolas para adentrarse en los míticos decorados que aún permanecen en este municipio madrileño.
Si pasáis por la Dehesa de Navalvillar, espacio natural enclavado en Colmenar Viejo, posiblemente os encontraréis con una parada de diligencias del lejano oeste. Se trata de un decorado construido expresamente para el rodaje de la película de 2016 Parada en el infierno (Stop Over in Hell), que aún sigue en pie como uno de los más recientes reclamos turísticos del municipio madrileño, que aún guarda en el recuerdo sus años dorados como una de las más importantes localizaciones cinematográficas del Hollywood de mediados del siglo pasado.
De hecho, en Colmenar Viejo se han rodado cerca de 300 títulos, entre películas y series, sobre todo de género western (incluido el archiconocido espagueti western). Algunos de los más destacados han sido El Cid (Anthony Mann, 1961), Por un puñado de dólares (Sergio Leone, 1964), El hombre que mató a Billy el niño (Julio Buchs, 1966), Mátalos y vuelve (Enzo Castellari, 1969) o Tristana (Luis Buñuel, 1970).
Un negocio que supuso trabajo para miles de lugareños, que participaron en las producciones como figurantes (5.800 colmenareños trabajaron en Espartaco, de Stanley Kubrick) y peones para construcción de decorados, además de contratarse servicios de asistencia a los rodajes, alquileres de suelo, etc. Un ingreso que, aunque solo durara unos años, fue mucho mayor que el que se obtenía por las actividades principales de la zona, la agricultura y la ganadería.
Así nos lo cuenta Víctor Matellano, escritor y director de cine, autor de Parada en el infierno, además de miembro de la asociación Colmenar Viejo Tierra de Cine, que promueve y difunde el conocimiento de la relación del municipio madrileño con la industria cinematográfica a través del tiempo.
Aunque uno de los primeros rodajes se produjo en la época de la II República (El 113, de Raphael J. Sevilla), la primera superproducción llevada a cabo en las localizaciones de Colmenar Viejo fue Alejandro Magno (Robert Rossen, 1955). Y la veda se abrió para la llegada de directores de la talla de Orson Welles, Sergio Leone, Robert Siodmak, Raoul Walsh y George Cukor y de grandes estrellas como Richard Burton, Sophia Loren, Charlton Heston, Charles Bronson y Yul Brynner. También profesionales españoles como Luis Buñuel, Pilar Miró, Pedro Almodóvar, Antonio Banderas, Victoria Abril y Alfredo Landa.
Junto con la Dehesa de Navalvillar, ubicada en las estribaciones de la Sierra de Guadarrama, protegida por el norte por el Cerro de San Pedro, las grabaciones también se produjeron en otros exteriores como el río Manzanares, la estación de ferrocarril de Colmenar Viejo o la Basílica de la Asunción, donde se mantuvieron decorados estables como el poblado de Lega-Michelena (El bueno, el feo y el malo, Sergio Leone, 1966), el Fuerte de Medina (La última aventura, Robert Siodmak, 1968), El Rancho de Cubero-Galicia (Tres forajidos y un pistolero, Richard Fleisher, 1973) o la casa del guarda (Salario para matar, Sergio Corbucci, 1968), de los que hoy quedan algunos restos.
Aunque otras localidades madrileñas también se sumaron a la bienvenida del cine extranjero y nacional de temática western como Daganzo, Algete, Alcalá de Henares, Ciempozuelos, Titulcia, Aldea del Fresno, Torremocha, Talamanca de Jarama, Madrid, Hoyo de Manzanares y Manzanares el Real, donde en total se rodaron bastante más títulos del género que en la provincia de Almería, a pesar de ser una provincia mucho más conocida por ello durante mediados del siglo XX.
En los últimos años, además de la película de Matellano, se han rodado otras películas y series, pero no con el ritmo de décadas anteriores, lo que coincidió con la caída de los eurowesterns. La asociación, además, ha organizado desde 2005 actividades de mantenimiento y de ocio para los visitantes como exposiciones de carros de cine, limpieza de restos de decorados o la conmemoración del rodaje de El Cid, así como la edición de libros sobre el séptimo arte y difusión documental sobre este enclave cinematográfico que pervive en cientos de celuloides que han hecho historia en todo el mundo.
José Manuel García-Otero