La Universidad de Valencia rescata instantáneas infantiles de 1890 a 1940
REDACCIÓN, Valencia. La mirada de un niño refleja la esencia del ser humano, la inocencia del que desconoce los prejuicios, los formalismos y los roles bajo los que funciona la sociedad adulta. Certificados de una infancia congelada (fotografías 1890-1940), la muestra que el Centre Cultural La Nau de la Universitat de Valencia mantendrá hasta el próximo 1 de marzo, concentra instantáneas de niños tomadas a caballo entre el siglo XIX y el XX, pero con la misma vigencia que si se hubieran captado hoy. A no ser por la textura de las fotografías, el blanco y negro amarilleado de las vestimentas, las miradas de sus protagonistas y los gestos que exhiben se podrían encasillar en los de cualquier niño de nuestra época.
Seis proyectores rotan las fotografías que el visitante puede ver expuestas en las paredes del Centre Cultural La Nau y las alterna con proyecciones procedentes del Archivo del Instituto Valenciano de Cinematografía. En el siglo XIX no se disponía de tecnología para plasmar las instantáneas de esta manera, pero sí había niños que miraban al espectador de la misma forma que hoy concentran las emociones de los que han accedido a conocer la colección. El medio siglo a caballo entre los dos que recoge la muestra, fue un momento en que las fotografías se hacían en estudio, con decorados recurrentes, larga exposición y un trabajo más propio de pintor que de fotógrafo.
Así, la muestra recoge versiones de niños ataviados con ropas adultas, posados familiares con el rostro serio de los primogénitos y la inocente mirada de los infantes, carricoches de época en la que los niños muestran precaución ante armatostes de pánico, bautizos y comuniones, instantáneas de adolescentes ataviados de uniforme escolar y otros gajos de experiencia cotidiana extraídos de vidas que pasarán a la historia por su extraordinario anonimato y por la evidencia de que, a pesar del paso de los años, hay cuestiones que no cambian: la infancia y la proyección brillante de su rostro.
Óscar Delgado