El cliché natural de los famosos

Visitamos la exposición Annie Leibovitz: vida de una fotógrafa 1990-2005

J. A., Madrid. La familia como banco de pruebas para humanizar los retratos, la fotografía como elemento de expresión, Annie Leibovitz como la fotógrafa fetiche de la gente anónima, cliché de los famosos que se precien y experimentadora de historias detrás del objetivo. La sala de exposiciones Alcalá 31 de Madrid acoge hasta el 6 de septiembre la muestra itinerante Annie Leibovitz: vida de una fotógrafa 1990-2005. 200 imágenes de la artista que repasan su percepción cotidiana del entorno, su condición de retratista y su aportación gráfica de viajera. Una buena oportunidad para conocer la cara menos posada de los famosos. Pocos son los que se han mantenido ajenos a los focos de Leibovitz y muchos los que han sido capaces de desconectar de la artificialidad de su vida para darle a la artista un gajo de intimidad convertida en foto.

Desde instantáneas famosas que pasarán a la historia de la fotografía de artistas, tales como la de Demi Moore embarazada, Mick Jagger reflexivo, Jonhy Depp con Kate Moss o Michael Jordan; hasta los reflejos más íntimos de la cruda realidad, en la faceta de la Annie Leibovitz fotoperiodista, con fotografías del conflicto de los Balcanes; o las fotografías pertenecientes a la cotidianeidad de la familia, en las que Annie refleja el sentido de la vida como expresión natural de las cosas y la sencillez como vehículo para obtener lo que el ojo ve, sin más, componen la gran foto de esta muestra. La fotógrafa en su estado más polifacético y espontáneo en una colección de más de 200 imágenes captadas entre la última década del siglo XX y la primera del XXI que, además de componer el tema de la exposición, pertenecen a un libro publicado por la artista.

La sensación de familiaridad, la misma que pueden sentir los famosos para ofrecer una cara tan distinta a la que muestran cuando pisan alfombras roja o playas de postín, queda recreada de inmediato en el visitante cuando accede a la sala. Sobriedad, sencillez y pocos artificios ayudan a entender la fotografía como vehículo de expresión, como la mejor forma de inmortalizar momentos más o menos estéticos con la excusa del encargo de alguien importante, del imperativo de la actualidad o del recreo de la familia. Precisamente, al atravesar el pasillo por donde cuelga de manera improvisada el bruto con las fotografías entre las que la artista escogió cuáles irían en la exposición, se reproduce una sensación de foto. No es fácil tener la ocasión de ponerse en el lugar de una fotógrafa en su papel de selección del trabajo realizado durante casi dos décadas y combinar dicha sensación con la de observar el resultado de su trabajo.

La exposición ha visitado ya Londres, Berlín Nueva York y París.

S.C.

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