Próximo destino: el Sáhara

Pensar en vacaciones es imaginarse en una playa, respirando el aire fresco de la montaña o visitando una nueva ciudad. Sin embargo, hay gente que cambia sus días de descanso por ayudar a aquella que más lo necesita. Las llamadas vacaciones solidarias atraen a un público cada vez más creciente, que acude a países como India, Kenia o Guatemala a colaborar en aquellas tareas que más se necesitan. En 360 Grados Press hemos conocido la experiencia del chef Pablo Ministro, que ha estado en el Sáhara, y de ONGs que se dedican a este turismo ético y responsable.

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En verano, o en cualquier otra época del año, hay gente que “sacrifica” sus merecidas vacaciones por sumarse a iniciativas que ayudan a aquellas personas que más lo necesitan y que viven en países poco o nada turísticos. Se trata de las vacaciones solidarias, “programas de turismo alternativo gracias a los cuales podemos conocer personalmente las labores de un proyecto de desarrollo social concreto”, define Acto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

 

Estos proyectos, según explican, son liderados por ONGs y, en algunas ocasiones, por los propios gobiernos o instituciones. “El objetivo es doble: por un lado, disfrutar de las bondades y los atractivos del país de destino; por el otro, contribuir al desarrollo de esa comunidad o región“. Mucha gente lo sabe bien y se embarca en iniciativas que se están llevando a cabo, entre otros lugares, en India, Nepal, Camboya, Perú, Ecuador o, recientemente, en Turquía, donde se han instalado multitud de campos de refugiados provenientes de Siria.

 

Profesionales del campo de la medicina y la educación son los que más numerosos, pero cualquier persona puede aportar siempre su granito de arena. Es el caso de Pablo Ministro, el joven chef valenciano que se ha convertido en toda una referencia en los círculos gastronómicos. El cocinero estuvo en sus últimas vacaciones en el campo de refugiados de Tinduf, donde los saharauis llevan instalados 40 años. 

 

Su relación con el Sáhara comenzó cuando su familia, de Ayora (Valencia), acogió durante varios veranos a una niña del Sáhara a través del programa “Vacaciones en paz“, que se hizo popular en esta zona y en La Mancha. “Hace ocho años ya hicimos un viaje para conocer los campos de refugiados y la causa saharaui para poder ayudar”, comenta. Una experiencia que la revivió en sus últimas vacaciones el pasado invierno.  

 

La experiencia es bonita, inolvidable, y eso que las condiciones allí son muy duras. Ahora, al menos, la situación ha mejorado, como ha sucedido con las carreteras. Recientemente, el gobierno de Estados Unidos les ha puesto luz en casa, tras 40 años sin ella. Son dos años gratis, por lo que no sabemos si podrían pagarla”, explica el chef.

 

Pablo Ministro visitó su familia saharaui; de hecho, aquella niña que iba a pasar los veranos en Ayora ya tiene 20 años. “Allí es como si el tiempo se paralizara y la primera vez que vas es un shock muy grande. Por eso, visitas como la nuestra les dan mucho apoyo moral, para que vean que la causa del Sáhara aún se mantiene viva aunque en los medios de comunicación no se hable de ella”, apunta.

 

En el campo de refugiados se encargó de ayudar a la familia, llevó medicamentos y visitó algunos hospitales y colegios. Por supuesto, enseñó, dentro de las posibilidades existentes, cocina y sus técnicas: “No tienen materia prima para cocinar y no poseen una gastronomía como tal. La que había era en el Sahara Occidental, pero ya llevan 40 años en Tinduf. Lo único que comen es cabra y ahora que les han instalado luz pueden comenzar a tener congelados. Consumen corvina, curioso porque aquí es un plato top, y lo que más comen es camello, por ejemplo, en pinchos hechos con la grasa de la joroba. Yo les preparé un estofado de camello, como si fuera nuestra caldereta de cordero”.  

 

Pablo Ministro destaca la ayuda del personal médico español, que también va en sus días de vacaciones a operar o a ayudar en este tipo de tareas, ya que para 10.000 habitantes solo cuentan con uno o dos sanitarios. “Aunque llegas cansado de estas vacaciones, puesto que duermes y comes mal o hace frío, es una experiencia inolvidable que recomiendo a todo el mundo. Los saharauis son gente muy hospitalaria y el apoyo que les llevamos les viene muy bien”, afirma.

 

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África, el continente de las vacaciones solidarias

 

Prácticamente todos los países de África cuentan con este tipo de proyectos. La ONG Afrikable aglutina ya ocho ediciones de sus vacaciones solidarias, a través de las cuales se conoce una nueva realidad de la mano de las mujeres y sus hijos. Ya han participado más de 400 personas con experiencias inolvidables.

 

La socia fundadora de la organización y encargada de las vacaciones solidarias, Lola Serra, que se encuentra ahora en Kenia, está ejecutando un proyecto en la isla de Lamu, junto a su compañera Mercedes Cascarejo. Es en esta zona donde se llevan a cabo las colaboraciones en áreas que van desde el empoderamiento de la mujer, hasta el comercio justo, la educación o la logística.

 

Los testimonios de las mujeres que cambiaron sus días de descanso por el proyecto en Lamu rebosan alegría por haber convivido con una cultura distinta, ayudado a gente realmente lo necesita. La idea de estas ONGs es que, tras el paso por unas vacaciones solidarias, en la que mente debe estar muy abierta, la gente se implique tras el regreso. Incluso hay personas que cambian su forma de vida, por ejemplo, realizando un consumo responsable.

 

Nos quedamos con esta experiencia de Sandra Fernández que acudió en agosto del año pasado a Lamu: “Muchos pensarán que solo fue un mes, que no es nada, que ¡qué exagerada! Y eso pensaba yo, pero no, fue un mes intenso, con todas las emociones del mundo juntas. Viviendo cosas que jamás habíamos vivido. Un mes que ha sido suficiente para querer volver; bueno, para saber que voy a volver“.


_@Guiomar_

Patricia Moratalla

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