Pablo tenía una luz azul en su mirada y la sonrisa de luna llena prendida en el rostro. Pablo volaba siempre muy lejos y muy alto. Se sentía como un cóndor de los Andes superando picachos nevados de la cordillera y aleteando magia sobre los humedales. Pablo era príncipe de muchos pueblos porque esgrimía el arma más poderosa del hombre: su inmenso corazón.
Pablo ha demostrado que Goliat no tiene nada que hacer frente a David; que una mano abierta derriba murallas porque la espada de la generosidad puede con la fuerza de la codicia; que la solidaridad es un océano tan grande que siguen llegando muchas manos.
Pablo estaba #SiempreFuerte y dibujaba estrellas en la noche; una galaxia entera lo abrazaba a cada hora y hacía que el tobogán oscuro de la parca hiciese piruetas bajo un cielo de nubes de papel. El mar le daba besos de mazapán cada mañana y él, capitán de amaneceres, blandía su brazo al viento.
Pablo #SiempreFuerte es el héroe de todos, el Peter Pan que duerme con nosotros, mi Batman de todas las madrugadas, esa alma tan blanca que siempre quedará en la estación de mis sueños. Porque gracias a ti, joven amigo, héroe de nuestros días, sigo viendo una luz azul al final de esta calle angosta y larga.
Foto: Carmen Vela
José Manuel García-Otero