¿Qué le pasa al ciudadano de este país que no encuentra la llave para hacer que cambie su destino? ¿Por qué golpea con su indiferencia las muestras de corrupción que vomitan los políticos, ministros, alcaldes, concejales y todos los que tocan el pelo envenenado del poder? ¿Es la forma que tiene el ciudadano de decir que nada va bien, que esta sociedad enferma respira aire intoxicado y todos caminan sobre las brasas de la mentira sin que nada duela?
¿Qué le pasa a este país que todo da igual, que está siendo devorado por la corrupción y la desidia reina como la madre de todos los pecados?
En este país, la hormiga está bajo sospecha, y las gallinas abrazan al zorro vigilante. Sabemos quiénes roban, lo hacen a pleno día, con una sonrisa, una palabra exacta y diez promesas incumplidas. Volverán al día siguiente, traerán música y drones vigilantes, seguirán esquilmando casas y conciencias hasta que solo quede un océano que huela a muerte.
En este país la solidaridad no existe, la lealtad es un valor enterrado bajo montañas de expedientes, la honestidad tiene los faros rotos y el amigo se encuentra atrapado bajo una niebla ficticia de noticias falsas y esperanzas de papel cuché.
En este país la vida sigue igual que siempre, los viejos mueren soñando con un mañana que quedó lejos y los jóvenes con un presente sangrando. Este es un país de Rajoy, Soria, Blesa, Rato, Conde, Bárcenas, Ojeda, Amat, Pineda, Puyol, Bernat, Barberá, Camps, González, Granados y tantos más, que los apellidos no importan. Todo es corriente, todo es habitual, todo es una rutina. El día que dejen de asesinar ruiseñores, asesinarán almas y España seguirá en el mismo mar de indiferencia.
Foto: Carmen Vela