En medio de tanta confusión, con el miedo agarrado al cuello de Europa como una bufanda de alambre, los ciudadanos de la vieja Hispania luchan para salir indemnes de un día a día que los acuchillan. Mientras, los políticos y sus asesores se estrujan el cerebro para mostrar su “lado humano” en las previas del 20-D. Todo vale para conseguir un voto.
Se presentan los políticos ante la gente para hablar de fútbol, para contar un chiste, componer una pirueta y arrancar las tiras de una risa tan falsa como los decorados de un plató de Hollywood. Hay tortas politiqueras para sacar la cabeza en El Hormiguero, el presidente más embustero de la historia hace un guiño verderón en el pueblo más pepero de Sevilla, mientras presiona a sus asesores para que zancadilleen a los de la oposición en esa cola marrullera para salir en “Que tiempo tan feliz” y hablar del Dúo Dinámico o lo que fuera menester, todo para arañar las simpatías de los ancianos.
En esta carrera loca de coches trucados, petardos sin pólvora y luces de neón, una sonrisa a tiempo es una victoria, aunque esa sonrisa tenga mil partes desconchadas y caducidad en la fecha.
Definitivamente, estos políticos de cartón piensan que el ciudadano es idiota y luce memoria de pez. Van a las televisiones con banda de música y palmeros en mangas de camisa, tutean a Mozart y son capaces de mirar con ojos bizcos a Michael Jordan para que el mundo que fabricaron vea que son capaces de edificar cualquier historia en menos de un minuto.
Ninguno se ha hecho una foto con una familia en vísperas de un desahucio, un parado de larga duración o uno de esos selfies ante un grupo de jóvenes que tienen que buscar un futuro mejor a miles de kilómetros de España. Seguro que esa gente no se reirá de las “gracias” de estos políticos de cartón y corazones de piedra. Son de la otra España.
Ana Bellido