Está comprobado que cuando nos ponemos nerviosos, solemos sudar, nos tiemblan las manos, la mente puede quedarse en blanco y hasta articular una palabra y pronunciar con decisión supera en dificultad escalar el Himalaya. El lenguaje no verbal, sin embargo, habla por sí solo y delata que hay cosas que cuestan.
Las ojeras de la delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana gritaban sin disimulo que la recién estrenada en el cargo, Paula Sánchez de León, estas noches no había conciliado el sueño con facilidad. Su tono de voz, tenue y pausado, se adivinaba acorralado por las preguntas de los periodistas acerca de las cargas policiales contra estudiantes de instituto por las calles de Valencia. Y es que uno está en el cargo para todo: a veces para ser la imagen de la ciudad de la luz y del color; a veces, para dar la cara ante los ciudadanos a los que en teoría te debes. En la misma rueda de prensa, Sánchez de León, aseguró que “se depurarán responsabilidades”, en clara alusión a la Policía. Pero, ¿qué hay de asumir las propias? Claro, hay cosas que cuestan.
Esto de entonar el mea culpa no nos gusta nada de nada, especialmente a los políticos. ¿Y dimitir? De eso ni hablar. Y para muestra, cientos de botones. Uno de los más sonados y recientes es el caso de Francisco Camps. Tras tiras y aflojas con Génova, al final, el expresidente compareció ante la prensa para “ofrecer su sacrificio a España”. Dicho así, no sólo levanta cierto sentimiento de ridículo, sino también es un intento de suavizar el golpe. Su expresión con esa medio sonrisa extraña al proclamar su inocencia durante el discurso fue, cuanto menos, peculiar. No admitió preguntas. Tampoco lo hizo en 2009 el también expresidente, pero esta vez de la Cámara de los Comunes, Michael Martin cuando anunció su dimisión como Speaker. La vergüenza de cargar al erario público los pagos de la limpieza de la piscina y de películas porno, entre otros placeres, venció el pulso. El nulo apoyo de Gordon Brown cuando aquello saltó a la palestra, muy probablemente, algo empujó. Dimitió, sí. Pero no deja de ser significativo que Martin fue el primer Speaker que renunció al cargo en más de 300 años.
Mucho menos tiempo, poco más de un año, ha durado Christian Wullf como presidente alemán, al verse envuelto en un escándalo de tráfico de influencias. Reconocer que ha habido errores y admitir que han sido propios, no sólo es difícil (especialmente en España), también abochorna. Pero todavía es más complicado y vergonzoso negar lo evidente. El congresista estadounidense por Nueva York Anthony Weiner ofreció el verano pasado dos ruedas de prensa cuando se supo del envío de fotos de contenido sexual a varias mujeres utilizando las redes sociales. Su primera aparición en público fue para maquillar el asunto; la segunda, para dimitir y pedir perdón, especialmente a su mujer.
¡Ay, cómo cuesta!
Óscar Delgado