EntreChem, una spin-off surgida en el seno de la Universidad de Oviedo, ensaya un tratamiento para combatir el cáncer. Su director gerente, Francisco Morís, confía en poder probar la molécula en humanos en un plazo máximo de 24 meses. Para ello requiere más financiación a pesar de los apoyos que ya ha empezado a recibir de varias familias de Asturias.
Francisco Morís tiene entre manos una apasionante aventura que se cocina día a día en un pequeño laboratorio situado en la planta baja del edificio Severo Ochoa, en el Campus del Cristo, en Oviedo. Es allí donde tiene su sede EntreChem, una spin-off surgida en el seno de la Universidad de Oviedo, que estudia la aplicación práctica de una molécula en la lucha contra los tumores cerebrales. Recientemente la revista Oncogene, una de las más prestigiosas del mundo en la investigación sobre el cáncer, se hizo eco de los descubrimientos de este equipo multidisciplinar formado por diez jóvenes que lidera Francisco Morís.
Se trata de una nueva estrategia para atacar el glioblastoma, la forma más frecuente y grave del tumor cerebral en adultos. La terapia se encuentra en etapa preclínica pero ya ha obtenido unos resultados esperanzadores en ratones. EntreChem cogió la patente de la molécula EC-70124, creada por el equipo del profesor José Antonio Salas hace seis años y comenzó a estudiar su aplicación práctica en la lucha contra el cáncer. “El siguiente paso será probar la molécula en animales más grandes para completar la etapa preclínica”, explica el propio Morís.
Si todo va bien y los resultados son positivos llegará el momento de probar en humanos. ¿Cuándo? El horizonte se fija en dieciocho o veinticuatro meses. En el caso de los fármacos para combatir el cáncer los ensayos se realizan directamente con pacientes diagnosticados con la patología que se pretende frenar así que será entonces cuando EntreChem sabrá si su arduo trabajo permite salvar vidas.
Atrás deja mucho trabajo, esfuerzo y sacrificio personal. Francisco Morís, gijonés de nacimiento, es doctor en Química Orgánica por la Universidad de Oviedo. Realizó la tesis con Vicente Gotor, actual rector de esa institución académica, y en 1995 dio el salto a Estados Unidos. Trabajó en diferentes empresas en San Diego, Chicago y Siracusa. Allí fue gestando la idea de EntreChem hasta ponerla en marcha en 2005. “Fue cuando se dieron las condiciones para venirme a Oviedo. Había unos compromisos de Genoma España y de la Sociedad Regional de Promoción del Principado. Era dinero suficiente para arrancar”, recuerda Morís que agradece el respaldo del profesor Salas y el rector Vicente Gotor. En estos seis años EntreChem ha ido creciendo y avanzando en sus investigaciones pero siempre con el hándicap de la financiación.
Sufrió un importante bache en 2009 superado en parte gracias al apoyo de tres grandes grupos empresariales privados del Principado. Química del Nalón, el Grupo Alvargonzález y la familia Fernández, propietaria de la cadena de supermercados Alimerka. A ellos se unió un reconocimiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología destinado a la consolidación de empresas innovadoras de base tecnológica en España. Un balón de oxígeno que permitió seguir adelante con el proyecto pero insuficiente para dejar de buscar financiación. Francisco Morís se multiplica para dar a conocer los avances científicos de su equipo. El objetivo es captar nuevos inversores. Recientemente estuvo en Boston y el próximo mes acudirá a una feria del sector en Italia. “Es en este tipo de eventos donde están nuestros potenciales clientes”, explica.
A su juicio la falta de inversión privada es el principal problema con el que se encuentran las empresas de biotecnología. “En España no existen evidencias de que nadie lo haya logrado. Salvo Celetrix, la compañía fundada en el año 2000 por Cristina Garmendia, actual ministra de Ciencia e Innovación, no me consta que haya más. Ni siquiera Advancell lo ha conseguido, una de las primeras spin-off surgidas en España y distinguida recientemente con el premio Valdés Salas”.
Investigadores empresarios
Esto obliga a los investigadores a convertirse en empresarios. Sin financiación no hay proyecto y el problema con el que se encuentran es la desconfianza. Asebio, la Asociación Española de Bioempresas, lleva años reivindicando al Estado que estimule la inversión privada con algún tipo de beneficio fiscal, algo que ya está en marcha en otros países. “En España hay una brecha muy grande entre conocimiento científico-técnico y dinero. La gente con alto patrimonio desconfía de proyectos como estos y los que tienen conocimiento científico-técnico aún no han tenido tiempo para hacer dinero”, sostiene Francisco Morís. Quizá los únicos que se están acercando son la citada Cristina Garmendia y José María Fernández Sousa, presidente de Zeltia, aunque también es cierto que ambos son de familias pudientes. En otro escalón se encuentran decenas de iniciativas pero los proyectos son largos y, por tanto, conseguir beneficios no es una tarea fácil a corto plazo. El dinero fluye lentamente y hay poca confianza. “La biotecnología es muy diferente al fenómeno TIC donde en cinco años sí puedes dar un pelotazo”, señala el cofundador y director gerente de EntreChem.
En otros países la situación es diferente y hay más cultura inversora en biotecnología pero para atraer ese capital a España lo primero que se debe conseguir es un apoyo local. “¿Quién va a venir de Londres a Asturias si nadie de aquí ha invertido?”, se pregunta en voz alta Francisco Morís. Habla no sólo pensando en financiación sino también porque considera que es bueno que los proyectos tengan una raíz para evitar su fuga en caso de éxito. Con el dinero que aportan las arcas públicas no es suficiente para sostener los proyectos que se llevan a cabo en España. Lo que se invierte en I+D en el ámbito de la biotecnología “es ridículo”, señala. “Nosotros estamos intentando desarrollar un fármaco. Tenemos dos moléculas en estado preclínico avanzado, con prueba de concepto en animal, es decir, funcionan en ciertos tumores en modelos animales. Ahora estamos haciendo experimentos de toxicología en animales más grandes, ya no solo ratones, y luego pediremos permiso a la agencia del medicamento para que nos permita probar en humanos. De momento, a corto plazo, necesitamos un millón de euros para terminar ese trabajo y si conseguimos el permiso para clínica necesitaremos otros cinco millones más”.
El sueño de un titular en la prensa
Y
¿qué pasa si no llega ese dinero? “Pues que EntreChem se asomaría al abismo y echaría la persiana lo que significaría echar a la gente, con el consiguiente drama del paro, pero el potencial de esas moléculas seguirá ahí salvo que dejemos de pagar los derechos de patente. Eso no se borra. Lo hecho, hecho está”. Pero no parece que esta spin-off vaya a sufrir este panorama. Todo apunta a que el proyecto tiene viabilidad, la empresa va cumpliendo hitos y se encuentra relativamente cerca de meterse en fase clínica. “Ese paso es muy importante porque le llevas la esperanza a pacientes que de manera voluntaria aceptan entrar en el ensayo”. El horizonte no es muy lejano. Para entonces Francisco Morís sueña con un titular a toda página donde se lea EntreChem logra un impacto real en el mundo del cáncer y mantiene sus raíces en Asturias.
Óscar Delgado