José Tomás, un catalanista de verdad

Por Carlos Bueno, escritor y periodista

Se arrima José Tomás como nadie. Se arrima al toro y a la fina línea que separa la simpatía de la tirria, la filia de la fobia. Los genios siempre fueron así, admirados y denostados, amados y odiados. A su alrededor hay muchos matices discutibles, como la programación de su campaña o su rechazo a la televisión. Y también hay demasiados argumentos incuestionables, como su entrega en el ruedo o su compromiso con la Fiesta.

Acaba de torear la última corrida de la temporada en Barcelona, plaza en la que tuvo el gesto de reaparecer hace dos años. Entonces no fue una elección al azar, como tampoco lo ha sido ahora. José Tomás eligió la plaza barcelonesa como alegato taurino catalán. Nadie mejor que el madrileño para reivindicar que los toros son mucho más que la fiesta española. Los toros son una expresión popular patrimonio de cualquier ser humano independientemente de su raza, credo o nacionalidad.

La Fiesta gana cada año más adeptos en Francia, precisamente en las zonas de clara influencia catalana en la lengua y la cultura. Se ofrecen corridas de toros además en Portugal, México, Colombia, Perú, Venezuela y Ecuador, y a lo largo de la historia también se dieron en Marruecos, Cuba y Uruguay, hasta ocasionalmente en Mozambique, Yugoslavia o China. Sería innumerable la cantidad de Clubes Taurinos que existen por toda la geografía mundial, entre otros los de Londres, Milán o Nueva York.

Los toros inspiraron a escritores, músicos y artistas de todas índoles. No, los toros no son únicamente la fiesta nacional de los españoles. Ese es el gran error de muchos nacionalistas catalanes, que pretenden abolir las corridas simplemente para alejar el españolismo que ellos interpretan que destila este espectáculo.

La tradición taurina de Cataluña se remonta por lo menos al siglo XIV, bajo el reinado de Juan I. Desde entonces en muchas ciudades y pueblos catalanes ha existido una auténtica pasión por la fiesta popular del “corre-bou”.

La ciudad de Barcelona tuvo su primera plaza de obra en 1834, la de El Torín, y desde principios de siglo XX contó con dos cosos taurinos, La Monumental y Las Arenas, llegando incluso a darse festejos simultáneamente en ambas. Durante mucho tiempo Barcelona fue la ciudad española que más corridas programaba. La Monumental era una auténtica plaza de temporada, con corridas todos los domingos y muchos jueves, de marzo a noviembre, además de las de Feria.

Actualmente en Cataluña hay cosos taurinos también en Girona, Figueres, Lloret de Mar, Olot y Tarragona. No han faltado ganaderos ni diestros catalanes de importancia, como Mario Cabré, Chamaco, José María Clavel, Enrique Patón o Bernadó. Catalanes ilustres, como el escritor Néstor Luján, Picasso, Joan Miró, Dalí, Joan Manuel Serrat o el dramaturgo Albert Boadella se han emocionado con la fiesta de los toros.

En 1988, el alcalde Pasqual Maragall impuso la Medalla de Oro al Mérito Artístico de Barcelona al torero catalán Joaquín Bernadó. Antes, mucho antes, Lluís Companys, de ideología catalanista e independentista, líder de Esquerra Republicana de Catalunya y presidente de la Generalitat desde 1934 y durante la Guerra Civil, acudía sin reparos a disfrutar de una de sus pasiones: los toros.

Ahora quieren hacernos creer que la tauromaquia nunca tuvo arraigo en Cataluña, y el Parlament ha admitido a trámite una iniciativa legislativa popular que ha recogido 180.000 firmas para que se prohíban las corridas. Son muchas firmas, pero ¿significa eso que el resto de los 7.184.068 habitantes de Cataluña están a favor de los toros o, al menos, la cuestión les es indiferente? (por cierto que entre las firmas se encuentra la de Pamela Anderson, que estaba convencido de que no era catalana).

Me duele que en pleno siglo XXI se siga intentando imponer prohibiciones. Ser “anti-cualquiercosa” cierra la puerta al diálogo, a enriquecerse culturalmente, a la tolerancia, a la defensa de las libertades.

Un comprometido José Tomás se ha arrimado como nadie a la causa pro-taurina y ha llenado La Monumental barcelonesa demostrando que los catalanes sienten interés por los toros. Es hora de que los políticos despejen su mente y voten sin prejuicios… si no es demasiado tarde.

Javier Montes

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