Julio Iglesias encandila a su público en la parada española dentro de su gira mundial
F.C., Valencia. En el Quijote, una de las canciones más clásicas de Julio Iglesias, con la que comenzó su actuación en Valencia el pasado viernes 21 de agosto, el cantante internacional presume de ser español donde va, algo de lo que siguió dando fe ante su público, en el concierto que congregó a unas 8.000 personas en la plaza de toros de Valencia. A golpe de monólogo, como pregonero de nostalgia y de melancolía yeyé, Julio Iglesias habló todo lo que quiso de su concepto del país que le vio nacer y repasó ante un público volcado durante más de dos horas el repertorio que le ha permitido seguir en el escenario cuatro décadas después de sus inicios.
Con la frialdad de un reencuentro deseado pero prorrogado en el tiempo, con el cariño que le profesa su legión de fans, con la seguridad de que haga lo que haga estará bien hecho, con la voz un poco escaldada de tantos años en primera línea, con el control absoluto de su propuesta en escena, con el apoyo de bailarinas guapas y estiradas, con los tópicos de las conversaciones picantes de antaño, con el recurso a los clásicos que han cautivado a generación tras generación, Julio Iglesias salió de su actuación de Valencia como el Julio Iglesias de sus mejores tiempos. No hace falta añadir muchos ingredientes más para garantizar el éxito. Y el público que llenó la plaza de toros de Valencia ya sabía lo que se encontraría, por eso esperó en los aledaños del recinto durante horas a que se abrieran las puertas y le rió las gracias al cantante, incluso sus equivocaciones, que también las tuvo.
Como complemento a la actuación, el reclamo del artista significa contar con la presencia de la aristocracia local, el seudofamoseo que aprovecha la ocasión para lucir palmito (como Yola Berrocal) y el político de turno que desconecta de sus ocupaciones durante una plácida noche de agosto. No hay nada como dirigir a ése y al resto del respetable una frase llena de orgullo local como “esta es una tierra muy especial para mí”, dedicar una de sus letras a Nino Bravo o añadir que “en 40 años nunca he visto una comunidad tan próspera, con la crisis y la mierda que hay, como la valenciana”.
El pregonero de nostalgia repartió briznas de saber estar sobre el escenario complementadas por temas como Nathalie”, Canto a Galicia, De niña a mujer o Soy un truhán, soy un señor que no dejaron indiferente al público valenciano que disfrutó de su ídolo con la fuerza que da no saber cuándo volverá a la capital del Turia. El mismo artista que, al autorizar a su maquinaria de seguridad, permitió a todas las mujeres ubicadas en la zona noble o albero de butacas, verle más de cerca, a pie de escenario. Gestos de un galán sin fecha de caducidad que, después de esta minigira que le ha conducido por el Mediterráneo español, reemprende su interminable gira mundial.
Gaizka Simón