Entre bigotes y sonrisas edulcoradas
Ramón no tiene recuerdos de su infancia sin un lápiz en la mano. Ya desde pequeño, le apasionaba garabatear papeles como si no hubiera un mañana. Pero cuando de verdad se dio cuenta de lo que significaba el mundo de la ilustración, fue cuando le propusieron a sus 18 años realizar una serie de ilustraciones para un libro de texto. En ese justo momento, comprendió lo que significaba profesionalizar lo que hacía, dibujar con un objetivo. “Lo que más me gustó fue ver las caras de quienes abrían el libro por primera vez y contemplar qué les transmitía mi obra”, confiesa a 360 Grados Press.