Ramón no tiene recuerdos de su infancia sin un lápiz en la mano. Ya desde pequeño, le apasionaba garabatear papeles como si no hubiera un mañana. Pero cuando de verdad se dio cuenta de lo que significaba el mundo de la ilustración, fue cuando le propusieron a sus 18 años realizar una serie de ilustraciones para un libro de texto. En ese justo momento, comprendió lo que significaba profesionalizar lo que hacía, dibujar con un objetivo. “Lo que más me gustó fue ver las caras de quienes abrían el libro por primera vez y contemplar qué les transmitía mi obra”, confiesa a 360 Grados Press.
¿Qué significa para ti la ilustración?
Es una forma de evolucionar. Hasta ahora atesoraba los diseños en mis cuadernos pero ahora con el universo digital he decidido dar a conocer mi trabajo. Y eso intento hacer con Raminstudio, expresar mi forma de ver el mundo.
¿Quiénes son tus musos?
Suelo huir de esta pregunta. No me gusta poner etiquetas, a no ser que sea una referencia muy concreta. En mi caso, tengo una serie de referentes bastante difusa. Aunque si puedo decir que ha influido en mí todo esa cultura que he absorbido desde pequeño, porque siempre he sentido “amor” por los cómics. De hecho, destacaría veteranos españoles como F.Ibáñez o Jan y del cómic americano, Mike Mignola. No recuerdo dibujar sin estar acompañado de un cómic suyo. Ilustradores como Juan Díaz Faes también me han animado a investigar y explorar nuevos ámbitos creativos para luego aplicarlos a mis trabajos.
¿Eres más de mano alzada o aplicas la tecnología a tu trabajo?
Creo que todo se basa en la evolución de la técnica, conforme progresas. Yo empecé haciendo casi todos mis trabajos a mano, a tinta. Mis ilustraciones vivían en blanco y negro, con una digitalización posterior, porque no conocía otro proceso. Pero conforme avanzaba la complejidad del trabajo las horas entintado se hacían eternas. Por esta razón, cuando en la universidad descubrí todo el software del que podía disponer, empecé a explorar nuevas técnicas, los tiempos se redujeron y decidí emplear paletas de color y tipografías. Algo que supuso un cambio total para mí. No hay duda de que estamos avanzando hacia una sociedad completamente digitalizada, y la ilustración es un ámbito que lo refleja muy bien.
¿Cómo defines tu estilo?
Puedo asegurar que el camino que hay que recorrer para establecer un estilo es muy largo. Hay que dejar de lado “lo que está de moda” y hacer aquello en lo que estás cómodo, pero a su vez siempre investigando nuevas técnicas y herramientas inexploradas. Mi estilo se basa en esa filosofía, porque me gusta divertirme creando y si puedo transmitir esa sensación al espectador, genial. Una sonrisa para mí es un aprobado.
¿Cuál es el trabajo que recuerdas con más ilusión?
Fue un proyecto personal (creo que es con los que más se disfruta). Decidí colaborar, como hacen muchos diseñadores y artistas, en el evento 36daysoftype. Una convocatoria abierta que invita a diseñadores, ilustradores y artistas visuales de todo el mundo a compartir su mirada personal sobre los caracteres de nuestros alfabeto. A nivel personal, me suponía un reto mantener una coherencia y continuidad en toda la serie. Pero después de unos días trabajando en el proyecto, logré optimizar el tiempo a la hora de dibujar, aprovechar los errores y establecer una línea, factores que, a día de hoy, sigo utilizando. Tengo ganas de que llegue la nueva edición, ese “minuto” para explorar qué se te concede cada año.
¿El que más te ha costado llevar a cabo?
Este no se me olvida (se ríe). Un cómic que acompañaba a un libro de texto de literatura. La idea fue de mi inestimable amiga, Ana Llorente. El objetivo, que sirviera de “introducción”. Se trataba de una adaptación de la clásica Epopeya de Gilgamesh, básicamente un poema de la cultura sumeria escrito sobre una tablilla, que narra las aventuras de este héroe que, digamos, es el primero sobre el que se escribió. Sin él no existirían exponentes como Hércules o Perseo, o por qué no decirlo, ¡no existirían los actuales héroes de los comics!
Partía de una traducción al español que se había hecho de esas tablillas. Evidentemente, faltaban varias partes de la historia porque, tal como especificaba el libro, recogía fragmentos que se habían perdido con el paso del tiempo. Puedo asegurar que no era nada parecido a los relatos de ahora. Había de todo, pseudo-humanos, inframundo, limbo. Se me hizo realmente difícil enlazar algunos de dichos fragmentos y, más si cabe, reducir toda la historia a una extensión, porque el poema original es muy extenso. Fueron unos meses intensos pero disfruté haciéndolo. A pesar de todo, volvería a repetir pero esta vez sin límite de páginas.
También has hecho ilustraciones para cartelería, de hecho ahora estás enfrascado en un proyecto de este tipo, ¿de qué se trata?
He realizado diversos trabajos en cartelería. Un soporte que me gusta mucho, sobretodo, por todo esa cultura peliculera que hay detrás. Son una gran referencia para mí a la hora de inspirarme, y más si son pósters de películas “fanmade”. Ahí es donde realmente se ve la creatividad al más puro estilo.
He realizado carteles para ferias y diversos eventos. De hecho, hace unos días acabé el póster de la Ruta de la Tapa Vegana de Valencia. Un proyecto con el que he disfrutado mucho por la libertad que he tenido a la hora de elaborarlo y el divertido resultado al que se ha llegado, con esa clara referencia peliculera de un clasicazo.
¿Te gustaría en un futuro editar un libro con tus obras?
Esta pregunta debería ser una afirmación. ¡Sería un sueño! Me encantaría poder estar en las mismas estanterías que aquellos ilustradores, a los que tanto he seguido a lo largo del tiempo. Incluso, me bastaría con estar en algún recopilatorio de ilustración, de esos que todos hemos ojeado en busca de inspiración en algún momento, y estar con algunos de mis referentes.
Siendo amante de los cómics, ¿no te animarías a ilustrar uno personal?
Sería fascinante hacer una versión 2.0 de Gilgamesh. Pero hasta que eso llegue, me encantaría ilustrar algún cómic histórico: una batalla, una conquista, una leyenda. Ahora cuando pronuncias la palabra “cómic” te viene a la cabeza todo el universo cinematográfico de Marvel, que lo han hecho francamente bien. Pero además de ellos, he pasado por los clásicos de Ibáñez y el resto de la familia de Bruguera; por infinidad de mangas, cada uno más raruno que el anterior; por el cómic americano, tocando autores como Jack Kirby o John Byrne, que crearon y cambiaron el mundo del cómic de superhéroes. Y es que sin todo este material detrás no sería el mismo. ¡Leed cómics maldita sea!
¿Cómo definirías el paradigma actual del diseño en España?
Puede parecer una utopía, pero no hay que exagerar. La dificultad reside en encontrar el estilo que te permita hacerte un hueco en este mundo, que no es pequeño: cómic, ilustración, publicidad, web, editorial,etc. En este sentido, la desvalorización de este ámbito es una idea muy arraigada, pero en España tenemos grandes exponentes de los que podemos estar muy orgullosos: Paco Roca, Ricardo Cavolo, Carla Fuentes… Y la lista se podría extender mucho más.
¿Qué proyectos tienes para un futuro? ¿Algo que puedas adelantarnos?
Casualmente, ahora me encuentro realizando una colaboración con un buen amigo, Samuel Gallego, diseñador y artista. Estamos desarrollando conjuntamente una serie de trabajos que, sin hacer spoiler, pero si hype, irán teñidos de oscuras historias.
Inma Gabarda