“De niño era muy buen actor por ser un inconsciente”

Lo conocimos de niño en ‘La miel’, de Pedro Masó, donde destacó por su naturalidad y su fotogenia, y nos enamoró en películas que ya forman parte de la historia cinematográfica española como ‘Belle Époque’, de Fernando Trueba. Ahora se pasa al teatro, en solitario y rompiendo la cuarta pared, para interpretar a un hombre en sus últimos 90 minutos de vida. Esta semana 360 Grados Press pasa ‘tiempo’ con el actor Jorge Sanz.

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La naturalidad y la fotogenia fueron dos de las cualidades que llevaron al director de cine Pedro Masó a escoger al actor Jorge Sanz, que tan solo contaba con nueve años de edad, para coprotagonizar su primera película, La miel (1979). Y desde entonces ha seguido una trayectoria imparable, principalmente en la gran pantalla, que le ha llevado a participar en filmes que ya forman parte de la historia cinematográfica española como El año de las luces (1986), Belle Époque (1992) o La niña de tus ojos (1998), todas ellas del oscarizado Fernando Trueba, y a ser nominado en seis ocasiones a los Premio Goya (ganó una de las estatuillas en 1989 por Si te dicen que caí, de Vicente Aranda).

 

Tras algunos años de no tanta presencia en la primera plana del mundo de la actuación, Sanz ha vuelto a los escenarios (esta vez de teatro) para interpretar a un hombre en sus últimos 90 minutos de vida en Tiempo, de Ramon Fontserè, donde rompe la cuarta pared en solitario para dirigirse al público y seguir probándose como intérprete.

 

¿Qué nos puedes contar sobre Tiempo?

Es una comedia agridulce sobre un hombre al que le quedan 90 minutos de vida, que rompe la cuarta pared y se dirige al público para decirles que no les va a contar nada ni va a tener lugar el espectáculo que esperaban ver. Les anima incluso a que se marchen si quieren.

 

¿Qué ha significado el ‘tiempo’ a lo largo de tu carrera profesional?

Sí, lo he exprimido mucho, de lo cual me alegro y me enorgullezco enormemente. En sus aciertos y en sus fracasos. Una actitud ante la vida bastante común.

 

¿Ha sido el teatro un agradable lugar de acogida para ti como actor en los años en los que no has hecho tanto cine como antaño?

En el mundo de la interpretación hay que saber hacer de todo, sin importar el medio. Hay que adaptarse, aunque lo complicado es ser bueno en ellos. En esta ocasión, de la mano de Ramon Fontserè, he dado un salto al salir solo al escenario y disfruto muchísimo, porque esta obra escrita por Quim Masferrer es un monólogo delicioso, un regalo para un actor. Porque la gente que me ve no sabe si es Jorge o es Jorge haciendo de Jorge o un personaje. Un juego al despiste.

 

¿Qué te da el teatro, por un lado, y el cine, por otro?

El teatro es muy rápido y gratificante. Es muy potente la sensación de enfrentarte al espectador y hacer un pulso con él para que preste atención. A los cinco minutos de Tiempo te olvidas de que yo soy yo y la gente comienza a escuchar el texto y a reírse. Ese es su gran éxito. Por su parte, el cine es más fino, hay componentes extra como actor que no tienes que utilizar. Por ejemplo, en teatro es fundamental tener la voz bien afinada, pero el cine tiene el primer plano y la fotogenia, pero tienes que saber muchísimo de técnica. No empiezas por el principio y acabas por el final. Tienes que saber, por ejemplo, que justo cuando te cae el rayo de luz en la cara te tiene que caer la lágrima o si no puedes estar 18 horas hasta conseguirlo. Es mucho más complicado. A corto plazo el teatro es más gratificante, pero el cine queda para siempre.

 

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¿Cómo es comenzar la carrea de actor siendo un niño? ¿Querías ir a tu primer casting?

Fue por pura casualidad. Yo no elegí este oficio; este oficio me eligió a mí. Fue mi madre la que en el año 1978 que vio un anuncio en el periódico y tuvo el impulso de llevarme al casting de la película La miel, de Pedro Masó. De niño era muy buen actor por ser un inconsciente y no saber lo que estaba haciendo. Esa tranquilidad me daba mucha naturalidad en cámara.

 

¿Cómo fue convivir durante tu infancia y tu adolescencia con la fama?

Con la colleja al rojo vivo, porque provengo de una familia de militares. Tenía una doble vida, como niño y actor, porque viajaba y hacía películas. De hecho, con la película Valentina tuve que vivir un año en Filipinas e hice octavo de EGB por correspondencia. Fue una infancia y una adolescencia mucho mejor que las que hubiera vivido sin ser famoso.

 

Seguro que te lo han preguntado muchas veces, pero ¿cómo fue trabajar con Arnold Schwarzenegger?

Fíjate: es la primera vez que me la hacen. Fue estupendo. Además, era su primera o una de sus primeras películas, así que yo tenía más experiencia que él con cuatro o cinco a mis espaldas. Era muy simpático.

 

¿Qué te gusta de tu profesión y qué no?

Me gusta todo, hasta los andares, como se dice del cerdo. A sabiendas de que la vida es como es en todos los oficios. Este es un trabajo de cara al público y es maravilloso.

 

¿Tienes otros proyectos a la vista, además de Tiempo?

Acabo de estrenar un capítulo especial de mi serie ¿Qué fue de Jorge Sanz? y ya estoy dándole vueltas al siguiente. A ver si tardo menos de un par de años en esta ocasión (risas).


Una entrevista de @casas_castro

S.C.

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