Vivir es no vivir
Vivimos tan deprisa que nunca vemos nada. Suena el despertador, la cafetera te llama, la tostada se quema, la mantequilla se niega a someterse al cuchillo, las noticias de la mañana dicen que el mundo no ha dormido (los muertos se amontonan, Donald Trump escupe odio y fuego, se anuncian huelgas, manifestaciones, recortes sanitarios, de educación, de libertades, procesos ), y hoy nadie se pintará de azul; apagas el televisor con una evidencia palpable: el corazón corre más rápido que el reloj. El agua está fría, la ducha te pregunta y repasas mil cosas por hacer entre pompas de jabón como crucigramas que no descifrarás. Un dedo asoma la punta por el calcetín, te vistes, los zapatos huelen a betún seco y a barro de la última lluvia.