Ese gesto vale un empleo

En una entrevista de trabajo tan importante es lo que se dice como el modo en el que se dice. Esta semana desvelamos de la mano de expertos las claves de la comunicación no verbal en los procesos de selección de personal.

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Un candidato llega a una entrevista de trabajo con rigurosa puntualidad. Al entrar, le hacen esperar en una sala hasta nueva orden para empezar la ronda de preguntas laborales. Pasan un par de minutos. Media hora. El aspirante al puesto empieza a relajarse… tanto que se acomoda en demasía en el asiento. Cuando van a por él, se levanta de un respingo y se ajusta el nudo de la corbata. Entra a la sala erguido y firme. Cree que empieza su entrevista en ese momento. Pero se equivoca. Desde el instante en el que llegó para la prueba estaba siendo observado. También cuando se repantingó mientras esperaba.

 

Las entrevistas de trabajo son procesos de selección en los que todo suma o resta. Lo que se dice es importante, no hay duda, pero lo que se transmite es tan fundamental como la palabra hablada. El comportamiento no verbal es una de las vías de comunicación que no pasa desapercibida por los seleccionadores de personal. De hecho, está altamente estudiado y respaldado por bases científicas y rigurosas. Así lo determina José Luis Cañavate, presidente de la Asociación Española de Analistas del Comportamiento No Verbal e investigador de la Fundación Universitaria Behaviour & Law.

 

Según datos facilitados por Cañavate, alrededor de un 38% de la comunicación corresponde al canal paraverbal o, dicho con otras palabras, ese porcentaje hace referencia a cómo se dicen las cosas: entonación, pausas, timbre, etc. El 7% de lo que comunicamos, continúa el experto, está relacionado con lo verbal y el 55% es asignable al resto de los canales de comunicación.

 

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Volvamos al candidato del principio. Está cara a cara con su entrevistador. ¿Debe sentarse inmediatamente? “Hay personas que para tomar asiento piden permiso. Para mí ese detalle es positivo y denota que tiene educación y valores”, asegura Estefanía Ruiz, técnico de selección de personal en Alicante. Parece evidente que mientras dure la conversación, el entrevistado no debería recostarse en la silla. “Ocurre. Y eso nunca debería pasar”, dice Ruiz. Como tampoco que el candidato regale un beso en cada mejilla a su interlocutor. “No es nada profesional y hay que guardar las distancias”, revela Gentzane Amondo, It recruitment consultant en Robert Walters.

 

La importancia de los 40 cm
Esa distancia de la que habla Amondo no es baladí. “En una relación laboral, hay que dejar entre uno mismo y la otra persona unos 40 cm”, mantiene el investigador Cañavate. Según sus palabras, “invadir ese espacio de proximidad genera sensación de dominio”.

 

Esta zona invisible que se debe respetar no es exactamente igual en todas las culturas.  En un mundo globalizado, donde pueden surgir entrevistas en cualquier punto del mapa, no está de más conocer a rasgos generales que, por ejemplo, “los japoneses no se tocan para nada”, indica el experto. Muy distintos son los árabes en este aspecto, quienes “se aproximan mucho hablando”. Si el entrevistador es de un país nórdico, “el contacto debe ser mínimo y nunca hay que invadir ese área”. Los latinos, no es una leyenda, “somos muy efusivos”.

 

La disciplina que estudia la relación de distancias se llama proxémica y surgió en los años cincuenta del siglo pasado tras la II Guerra Mundial. “En esa época, Estados Unidos detecta que no es capaz de cerrar acuerdos comerciales con otros países, como Grecia. Descubrieron que el problema estaba en que ¡sólo compartían idioma verbal! Eso generaba desconfianza y recelo”, cuenta Cañavate.

 

Uno de los puntos fuertes durante una entrevista de trabajo son las manos. En opinión de Estefanía Ruiz, “deben estar siempre a la vista. Si el aspirante al puesto las esconde no transmite sinceridad”. Cuando Gentzane Amondo selecciona personal también se fija en esa parte del cuerpo: “Las manos debajo de la mesa demuestran inseguridad”.

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Con todo, “lo que quizá tiene mayor carga científica y más intensidad de codificación es la expresión facial”, destaca José Luis Cañavate. La oculésica, o el estudio del movimiento de los ojos, tiene mucho que decir en una de estas pruebas laborales.  De acuerdo con las palabras de Ruiz, cuando un candidato mira hacia la izquierda “significa que está recordando, pero si mira hacia la derecha, está recordando para inventar”.

 

El poder de la mirada es fascinante. Aunque, según los expertos, hay que mirar a los ojos para contestar una pregunta, no es de recibo el excesivo contacto visual y penetrante, pues puede incluso resultar amenazante. Por otro lado, “es síntoma de interés y de que está prestando atención si el entrevistado asiente con la cabeza durante la conversación”, explica Amondo. 

 

¿Se detecta la mentira absoluta?

Se fijan. Los seleccionadores de personal sí tienen en cuenta la comunicación no verbal. Sin embargo, Estefanía Ruiz asegura que “no es un referente absoluto” y que “se tiene en cuenta el tipo de trabajo al que opta la persona en cuestión”. El investigador confirma que, de hecho, “la mentira absoluta es muy difícil de detectar”. Según las investigaciones más profundas al respecto, prosigue, “la capacidad de la persona más especializada para detectar la mentira es del 5% sobre el azar”.

 

Ahora bien, sí es posible entrar en contradicciones entre lo que se dice y lo que se proyecta cuando hay una fuerte disfunción entre la palabra hablada y lo que se transmite con el resto de canales. Cañavate regala un ejemplo: “Si durante la entrevista el candidato responde que estaría muy a gusto en el puesto que le ofrecen y al mismo tiempo que pronuncia la frase hay elementos del cuerpo que marcan todo lo contrario; como que los ejes corporales no estén alineados”.

 

Durante un proceso regulado se pueden conocer preocupaciones, miedos de la persona que se tiene enfrente, incongruencias y si determinados términos y situaciones provocan emociones que, en teoría, no deberían aparecer. “Al mencionar alguna parte del currículo, como un curso destacado, aparece un gesto de sorpresa”, ilustra el experto.

 

Si bien es cierto que el entrevistador puede leer la comunicación no verbal y las emociones del candidato, el aspirante puede hacer lo propio con quien le lanza las preguntas. La comunicación, quiere recordar el investigador, es bidireccional permanentemente y “es importante, aunque sea mínimamente, perfilar a quien tengo delante”.

 

 

El apretón de manos
El aspirante protagonista de estas líneas llega al final de la prueba y, he aquí un momento clave, entrevistador y entrevistado se estrechan la mano. “Transmite seguridad si se hace de forma firme, pero sin pasarse, porque de ser así la impresión es de superioridad. Esta última sensación se acentúa si, además, el candidato gira la mano del técnico de selección y pone la suya encima “, cuenta Ruiz.[Img #21389]

 

Ella tiene claro que “nunca se debe dar el apretón con las dos manos, pues es un síntoma de demasiada cercanía”. Y, eso sí, hay que procurar asistir al encuentro con las manos aseadas. “No dan buena imagen las uñas mordidas… ¡y mucho menos que se las muerdan durante la entrevista!”, aconseja Estefanía Ruiz.

 

Es posible “entrenar parte de la comunicación no verbal, pero cuando fuerzas tu comunicación, transmites sensación de falta de sinceridad”, apunta Cañavate. En este sentido, tanto Ruiz como Amondo consideran que hay que preparar la entrevista pero no en exceso porque, al final, lo que cuenta es ser uno mismo.


@Lorena_Padilla

 

Manolo Gil

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