De oficio, rockero

Loquillo quita la fecha de caducidad a su música en un concierto para devotos del rock and roll

S.C., Valencia. “25 años después de haber estado aquí dedico el concierto a la Habitación Roja”. Como si se hubiera situado por encima del tiempo, armado con la contundencia de su presencia física, el tupé sello de la casa, de riguroso negro, con la chulería de una actitud rockera en peligro de extinción, sin despeinarse y tras haber introducido su actuación con temas de su último trabajo, Balmoral, Loquillo se dirigió de esta guisa al público que abarrotó la plaza de Europa de l’Eliana (Valencia) para hacer un guiño a sus colegas locales de profesión. Nada nuevo más allá de la elegancia de quien sabe lo que se trae entre manos, del cantante al que no le hacen falta efectos especiales porque a Loquillo le gustan “los grupos a pelo, sin montajes; artistas de oficio en vez de artistas de beneficio”. Ingredientes de los que presume en su gira Balmoral, con una banda de rock and roll de talento compuesta por Jaime Stinus, Igor Paskual, Laurent Castagnel, Laura Gómez-Palma y Mario Fueyo.

De la representación de Loquillo en su concierto elianero extraemos la fórmula de la perpetuación de sus temas. Complementos externos: camisetas de Loquillo con el sempiterno pájaro loco lucidas por fans de la antigua usanza, como los que ahora son padres novatos y aprovechan la rebeldía de su ídolo para retroceder a etapas anteriores de su vida; nostalgia de otros tiempos en los que las canciones del verano eran bandas sonoras originales de enamoramientos fugaces, “nena, ¿por qué no volviste a llamar?”. Complementos de uso interno: cigarrillo encendido como volante nicotínico de temas aparcados en la historia del rock español, histrionismo como vehículo actualizador de letras convertidas en himnos para varias generaciones, peine reparador de un tupé rígido como el tiempo y moteado de canas, albaceas mudas de las hojas del calendario. De la comunión entre ambas caras, nace el éxito para un público que encuentra lo que busca y un artista que sabe lo que buscan al grito desgañitado de “¡nenaaaaaa!”.

La supervivencia de este modelo de vida, de rock and roll puro y duro, sin ambages, tiene efectos contraindicados: la publicación de nuevas canciones y su posterior reproducción en directo puede echar por tierra la ansiedad de pasado de los asistentes. Bien es cierto que los temas de Loquillo incluidos en Balmoral tienen una cantinela fácil de aprehender, pero sólo se quedan en el regazo lingual de quienes traspasan el umbral del fanatismo. Nuevas historias cantadas que evidencian la necesidad de ir acompañadas de “Rock suave”, “Cadillac solitario”, “Todo el mundo ama a Isabel”, “Las chicas del Roxy” o “La mataré”, que Loquillo introduce en la gira como gajos de conexión con un público ávido de ellas. Letras que, como el caso de “La mataré”, hoy podría ser apología de la violencia, por lo menos para los que piensan que sacándole punta a todo en aras del manoseo de derechos son más modernos que nadie. De fondo, Sabino Méndez y sus letras: ¿el “Sol” de la noche veraniega de l’Eliana?

F.C.

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