Un nuevo ‘Nunca Máis’

Enfrentamiento político por la explotación de la energía eólica en Galicia

VÍCTOR SARIEGO, Galicia. Andan revueltos los vientos institucionales gallegos, con un asunto que ha costado enfrentamientos y sudores políticos y que se arrastra desde el año pasado. Además, amenaza con convertirse en breve, ya lo ha hecho, en la principal arma arrojadiza de unos candidatos a otros, ahora que la comunidad está en elecciones, porque, aunque la campaña no ha empezado oficialmente, la guerra por el voto ya está abierta desde diciembre. Así pues, el año comienza en Galicia arrastrando lo que, recurriendo al tópico, “el viento no se llevó ni falta que hacía”, rezaba el título de uno de los episodios de los entrañables Mortadelo y Filemón.

Las concesiones fueron aprobadas por la Xunta en diciembre para que determinadas empresas exploten la energía eólica. En los últimos años, el paisaje de los montes galaicos se ha tornado una mezcla de fascinación y rechazo, pues si bien los habitantes de la ‘terra de meigas’ han podido soportar, afrontar, superar y recuperar su orografía tras un Prestige y un infierno de fuegos en los montes a los que también se les ha aplicado internamente el “nunca máis”, cabe la duda razonable de pensar que el negocio eólico va a durar mucho tiempo y se va a convertir en la espada de Damocles de más de una persona, partido o institución, aunque como se dice en la calle, el que siempre sale perdiendo es el de siempre, el pueblo.

En el concurso, que se ha desarrollado en medio de una gran polémica, resultaron elegidos 29 proyectos de un total de 172 presentados, lo que generará una inversión de 1.400 millones de euros en el ámbito autonómico y la creación de 8.000 puestos de trabajo, en un proceso calificado por algunos políticos de la región, como el de “mayor trascendencia económica de los 27 años de la Comunidad”, y cuya polémica se generó por el cruce continuo de acusaciones entre partidos políticos de “sospecha de especulación y opacidad” en el reparto. Finalmente, la Xunta designó un consejo para que tomara una decisión sobre las concesiones. Pero en el camino, todo se volvió turbio. La formación en el poder regional, el PSOE, que gobierna en bipartito con el BNG, abandonó la comisión y dejó la responsabilidad en manos de su socio de gobierno. Pero, antes de tomarse una decisión, el partido socialista volvió a intervenir por el revuelo que se estaba produciendo, y volvió a integrarse en el consejo de decisión que finalmente eligió los 29 anteproyectos, no sin fuertes críticas del resto de partidos.

Se supone que la decisión ya está tomada, pero a nivel político y social, continúan los cruces de acusaciones. Todos se acusan, entre ellos, de querer “comerse el mayor trozo de pastel” y mientras tanto, los concejos de Pontevedra, han aprovechado para multiplicar por tres las tarifas de alquiler de los montes donde se asientan los molinos. El PP regional va más allá y ha comenzado su campaña diciendo que anulará las concesiones si llega al poder en las próximas elecciones. Los ecologistas asoman tímidamente la cabeza para intentar que ahora se les tome un poco más en serio, cuando algunos de ellos decían que ni siquiera este tipo de infraestructura energética es tan limpia ni tan ecológica como se le atribuye, pero los medios de comunicación, presionados por los diferentes ámbitos políticos, no quieren ni oír hablar de ni un mínimo rechazo a este tipo de energía, después incluso de lo que ha costado decidir quién lo va a explotar.

Beariz
Varios habitantes del entorno rural de Beariz, en Pontevedra, un pueblo hasta hace unos años abandonado, y ahora en disparada especulación y rehabilitación, conviven con los molinos, y en general, cuando se les pregunta sobre el tema, tuercen el ceño, miran hacia el cielo y no dicen nada bueno de estas modernas infraestructuras. Todas sus razones son lógicas y de sentido común, aunque rechazadas por la maquinaria económica que, en la mayoría de ocasiones, no tiene en cuenta más que las cifras. Atrás quedó el tiempo en el que los políticos, los sabios y los mandatarios consultaban al individuo de a pie, al hombre de la calle, al ser humano al que se debe.

Miguel Ángel Montesinos

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