El día del trabajo y todos los días

Por los que trabajan tan duro que nunca ven el día. Por los que no trabajan y solo conocen los dientes crispados de la desesperación. Por los que nunca se rinden y luchan hasta que sus gastadas manos se rompen. Por los que tienen las espaldas desconchadas de aguantar la lluvia pertinaz de los abusos. Por ellos está mi corazón con las ventanas abiertas y las manos alzadas.

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Para los que trabajan de sol a sol y la luz no llega a sus entrañas. Para los que no trabajan y el sol derramado en su rostro cada lunes es una hoja de propósitos frustrados. Para los que ya no lloran porque el llanto se ahogó dentro de un pozo profundo como las dentelladas de un hambre miserable que nunca huye. Para ellos está mi casa, con un candil bravío puesto en la entrada de esa noche rota con truenos de agonía.

Con aquellos que trabajan, buscan un momento de paz y solo reciben paladas de cristal afilado y rocío de nubes deshilachadas. Con aquellos que no trabajan y esperan en una cola de voluntades marchitas y ojos cargados de desesperanza. Para ellos mi luna llena, mi mano insegura, un trozo de alegría en medio de una turba de voces que perdieron su eco en los calabozos de una montaña.

Para todos los que tienen una pena que de tanto sufrir ya no es humana, yo os ofrezco un poco de luz, un mar azul y una sonrisa; un corazón alado y la amistad de un fuego solidario; una razón de peso que camine a tu lado y grite contigo. Porque muchas estrellas nunca perderán su brillo en aquella lejanía, ni podrán borrar el horizonte si sigue en pie la luz desafiante de tu mirada.

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@butacondelgarci

José Manuel García-Otero

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