El día después (de la crisis)

Salgo por primera vez a la calle después de la crisis. Las paredes lucen más brillantes, los bancos han ampliado sus horarios porque no dan abasto con los créditos que vuelven a conceder, en la pescadería sólo quedan boquerones y calamares, los percebes se vendieron ayer, por eso de que habían sido asignados al mejor postor, los titulares de prensa del día apuntan hacia el desbloqueo de catorce PAI, el optimismo del sector automovilístico, la subida del precio oficial del dinero y la aspiración del nuevo gobernante de turno por alcanzar el pleno empleo en la legislatura que comienza.

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Como almas en pena recoloreadas, las personas toman las calles impacientes por lucir la seguridad recuperada, cada cual a lo suyo, sin mirar al de al lado.

Todo ha vuelto a la normalidad, el consumismo revitaliza los mercados, reactiva la producción y reaviva la confianza de los bancos. La obligada austeridad por fin terminó. Hipotecas de ilusión renovada, créditos alucinógenos, ruedas de destino incierto, viandas gourmet en el barrio de la alegría, viajes de reflexión a culturas en eterna crisis, saltimbanquis de propina fácil, regalos incomprensibles para niños sin uso de razón educados a golpe de antojo, centros comerciales como ciudades de pego.

 

Truman vuelve a su show, la secuela del que proyectó hace años sobre una sociedad perfecta a priori, aunque inerte, corrompida por la deuda, los cumplidos y la falsedad de sus formas. El siguiente.


@os_delgado

Óscar Delgado

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