Costa Rica: el país de la pura vida

Si hay un lema que identifica a un país y a su gente, ese es el “pura vida” costarricense, que impregna una forma de vida llena de naturaleza y pasión. Por eso se les considera uno de los países más felices del mundo. Y la alegría se halla en cada lugar que se visita, de norte a sur, de este a oeste. Costa Rica alberga una increíble diversidad biológica, siendo el paraíso del ecoturismo. Playas, volcanes, cascadas de aguas turquesas, bosques nubosos y de pluvisilva, animales jamás vistos… ¿nos acompañas en esta expedición?

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Cuando a un costarricense se le da las gracias, te responde con una gran sonrisa de cuyos labios emana su archiconocido lema: “Pura vida”. No hay dos palabras que puedan definir de la manera más exacta lo que representa este país centroamericano. Más de la cuarta parte del territorio está protegido, por lo que la variedad de especies, tanto de flora como de fauna, resulta espectacular y, en muchos lugares, endémica. Acompañadnos, vamos a visitar Costa Rica en 15 días, y a conocer seis de los principales parques nacionales

 

Al aterrizar en San José, mucha gente se va directa a otros lugares de destino, pues la ciudad no hace justicia a un país tan hermoso. Pero si se tiene que pasar la primera o la última noche del viaje allí basta visitar el Teatro Nacional, callejear por una avenida principal, ruidosa con sus tiendas y vendedores ambulantes, y conocer el barrio chino. La capital es el centro neurálgico del país y, desde ella, se puede partir a cualquier punto de un territorio con una complicada orografía. Por eso, el autobús (privado o público) y el coche son las mejores opciones para moverse.

 

Tortuguero

El primer parque nacional que vamos a conocer es Tortuguero, junto al mar Caribe, famoso por el desove de las tortugas, que tiene lugar a partir de julio, con su máximo esplendor en octubre. Hay que tener en cuenta que en Costa Rica solo hay dos temporadas: época seca (de diciembre a abril) y de lluvias (de mayo a noviembre), y animales como tortugas o ballenas se pueden observar mayoritariamente en octubre. Eso sí, con riesgo de tormentas, tornados y demás fenómenos meteorológicos adversos, por lo que se sitúa como la temporada baja de turismo.

 

El viaje hasta Tortuguero es largo, pues hay que llegar hasta La Pavona para enlazar con una barca, ya que al pueblo que lleva el mismo nombre solo se puede llegar por aire o por agua a través del Río de la Suerte que desemboca en la Laguna Penitencia, junto a Nicaragua. Las barcas surcan por un hábitat de jungla en la que es fácil encontrar caimanes tomando el sol y garzas de color añil; la imponente maleza se refleja en un agua cristalina que nada hace pensar la inmensidad de vida que alberga. Y, por la noche, mientras se navega, un manto de estrellas cubre toda la jungla, escuchándose una gran cantidad de ruidos en la oscuridad, que es cuando jaguares, caimanes y otros animales salen a cazar.

 

Los hoteles de Tortuguero se ubican entre la jungla y el mar Caribe y, normalmente, organizan excursiones por los alrededores y si se tiene la suerte de tener un buen guía, como la que escribe, se puede conocer tucanes, oropéndolas, murciélagos blancos, basiliscos, ranas blue jeans o monos araña y aulladores. Estos últimos son el despertador de la jungla y, sí, realmente emiten un feroz grito.

 

Cahuita

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Del Caribe norte al Caribe sur. Con base en Puerto de Viejo de Talamanca, la Jamaica de Costa Rica que nunca duerme, se puede visitar el Parque Nacional de Cahuita. Sus playas blancas, cuya arena se funde con el verde de la selva, se deben a la barrera de coral que se encuentra frente a esta costa.

 

Llegar al parque es fácil, pues se accede por el pueblo caribeño del mismo nombre y cuenta con una ruta de senderismo muy cuidada que desemboca en Puerto Vargas. Los monos capuchino y los mapaches pasean tranquilamente por la playa, si bien es cierto que los primates “asaltan” las mochilas de los turistas en busca de comida, pero nada peligroso. A veces, si se está muy atento, se puede reconocer un perezoso entre los altos árboles.

 

Por cierto, que esta zona de influencias afrocaribeñas cuenta con una gastronomía típica muy recomendable, con pescados de la zona recién pescados cocinados con salsas de coco y de chile panameño. La increíble vida que tiene Puerto Viejo, donde el surf y el reagge son los protagonistas, hace que existan multitud de restaurantes a buen precio.

 

Volcán Arenal

 

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Los casi 300 kilómetros que separan Puerto Viejo de La Fortuna se recorren en unas seis horas nada más y nada menos. En carreteras de un sentido y con multitud de camiones de la industria maderera, el paisaje comienza a cambiar: de las humildes casitas de uralita del Caribe, las viviendas comienzan a verse de ladrillo y madera y la jungla comienza a transformarse en bosque.

 

La Fortuna se halla a los pies del Volcán Arenal, cuya última erupción tuvo lugar en 1968, lo cual hizo que esta zona se haya convertido en la más visitada de Costa Rica y la más buscada en Google. Aunque hoy en día algunos expertos han declarado inactivo el volcán, no se puede subir a la cresta, por lo que hay habilitados varios caminos de senderismo desde los que se ve la impertérrita montaña. Uno de los más famosos, La Colada, transcurre por donde bajaron los ríos de lava, y desde donde se puede ver el Lago Arenal. El trayecto también cuenta con una variante que discurre por el bosque de pluvisilva con árboles gigantes que atrapan la mirada y parecen tocar el cielo. De hecho, se puede encontrar uno de los ceibos más grandes del mundo, totalmente imponente.

 

Rincón de la Vieja

 

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Si Arenal no está activo, el volcán Rincón de la Vieja, situado en el parque nacional que lleva el mismo normal, cuenta con una actividad geotérmica impresionante. Ahí es donde nos dirigimos, dejando atrás la humedad de la provincia de Alajuela, para adentrarnos en el territorio sabanero de Guanascate, del cual sus habitantes se sienten tan orgullosos. El clima, mucho más seco, ha creado un paisaje de sabana que parece no pertenecer a Costa Rica, con ranchos de caballos y vacas y árboles de grandes copas para cobijar en la sombra a quien lo necesita.

 

Tampoco se puede visitar lo más alto de volcán Rincón de la Vieja, pues este sí que sigue activo, pero hay dos rutas impresionantes para poder hacer. Una es la de Las Pailas, que combina bosque húmedo con una sabana muy seca y en la que se puede ver las fumarolas que emite la tierra, barro volcánico y un pequeño “volcancito”, como le denominan. El olor a azufre hace que muchas veces sea insoportable respirar. Sin embargo, merece la pena conocerlo, ya que es algo que en muy pocas ocasiones se puede conocer.

 

El otro sendero resulta bastante complicado de caminar, con subidas y bajadas continuas, y es realmente largo bajo el calor asfixiante de la zona. Pero la meta merece la pena: la cascada La Cangreja, cuyas aguas son de color turquesa debido a los minerales que desprende el volcán. Su agua refresca al caminante que durante tres horas ha marchado por bosques con árboles de formas retorcidas y originales y por una sabana que marchita hasta a las grandes pitas que acoge.

 

Monteverde

 

Cuando se piensa en Costa Rica, siempre viene a la mente el bosque nuboso de Monteverde: un lugar verde como ningún otro, en el que la niebla y una suave llovizna se adentra por cualquier rincón. La vegetación crece por doquier con unos árboles impregnados por musgo desde las ramas y hasta las raíces. Y qué mejor forma de conocer esta maravilla de la naturaleza que sobrevolándola en tirolina o a través de los puentes colgantes: imposible perderlo, ya la experiencia es única e inolvidable.

 

El pueblo de Monteverde goza de mucha vida y se puede visitar su jardín de orquídeas o el ranario. Este último muy recomendable acudir durante la noche, pues se trata de animales difíciles de ver en libertad y ahí se puede conocer la rana de ojos rojos, uno de los iconos del país centroamericano.

 

Manuel Antonio

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El final de este viaje se remonta a Manuel Antonio, el parque nacional más visitado tanto por los “ticos”, como así se conoce a los costarricenses, como por los turistas. Enmarcado en el mar Pacífico, entre Punta Serrucho y Punta Catedral, sus playas de arena blanca y los monos y perezosos que se pueden ver hace que sea un lugar magnífico para pasar un día. Sus rutas resultan muy fáciles, por lo que puede visitar de cabo a rabo este parque nacional con lugares tan especiales como Puerto Escondido.

 

Manuel Antonio se ubica junto al pueblo de Quepos, actualmente muy turístico, y que en otro tiempo era una localidad de pescadores de la antigua tribu de los ‘quepoa’.

 

Seis parques nacionales tan distintos en un país tan pequeño, santuarios de vida que ofrecen una riqueza sin igual en otra parte del mundo. Y aún ha faltado por visitar el más adorado por los costarricenses, el de Corcovado en el Pacífico sur. Pero eso seguro que será en otra ocasión.


@_Guiomar_

Patricia Moratalla

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