Ella

Desde su pequeña ventana que olía a jazmines, Ella miraba todos los días los lazos naranjas que le regalaba el amanecer, y sonreía. Esos momentos la llevaban a un tiempo dulce, de risas juveniles y calor de abrazos, de miradas azules y palabras cargadas de futuro.

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Aquellos tiempos llenos de luz y caricias escaparon por las rendijas de su vida y se perdieron en el bosque; ahora apenas quedan partículas de luna llena esparcidas sobre un erial regado en lágrimas y miedo. Ya no se siente la mujer cuya belleza desafiaba al viento y empapaba de guirnaldas la cal de las casas, su juventud quedó empotrada en una cueva que transpira martinetes de odio y rimas de soledad.

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Ahora se mira al espejo y nadie la saluda, el dibujo de la mujer que ve lleva un velo de tristeza tan infinito que nunca existirá. Apenas importan los cercos morados de sus ojos, la oscuridad que le atraganta, esas correas de hielo del hombre que la humilla y cubren de llagas la suave arena de su cuerpo.

Ella mira todas las mañanas un amanecer que un día fue suyo y ahora solo es un lápiz que despuntó el sufrimiento de las noches. Ella quiere salir de la cárcel de odio que la encierra y romper una rutina de acero que la esclaviza. Grita y su voz busca otras voces, sabe que sus manos no están vacías y ve una sombra azul en el horizonte. Sabe que los pájaros le traen perfumes a libertad y a primavera. Ella no deja de gritar en medio de un silencio que la empuja a la oscuridad del abismo. Aprieta los dientes y grita: salió el sol, respira hondo y siente que el corazón la abraza. No quiere dejar de ser Ella.


@butacondelgarci
Foto: Carmen Vela

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