Hombres, trajes y elegancia

Todos hemos llegado alguna vez a una celebración familiar o amistosa y al mirarnos en un espejo nos hemos dado cuenta de que el traje que llevábamos nos quedaba mal. Vestir esta prenda va unido a un protocolo, a un estilo y a un saber estar del que no debemos desprendernos nunca cuando escogemos la que mejor se ajusta a nosotros.

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El reconocido diseñador de moda Giorgio Armani dijo una vez: “la elegancia es la coherencia; si no sabemos mirarnos nunca lograremos ser coherentes“. Una frase que resume a la perfección lo que significa un hombre que sabe vestirse bien. No es aquel que solo sigue un patrón marcado de colores, líneas y estilos, sino el que conoce su cuerpo, su forma de vivir y su carácter y que se viste acorde a ello y a su personalidad.

 

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Todo es cuestión de actitud y de ganas a la hora de vestir bien, como resalta el bloguero de moda masculina Bere Casillas cuando expresa que “un hombre común se convierte en un hombre elegante solo cuando toma la decisión irrevocable de serlo“. No es tampoco necesario llegar al extremo de Barney Stinson, personaje interpretado por Neil Patrick Harris en la serie Como conocí a vuestra madre, que llegaba a confesar que estaba en un punto de su vida en el que sus trajes eran su familia, pero sí dedicar una mínima parte de nuestro tiempo a conocernos y a aprender unas nociones básicas de estilo y de elegancia para escoger el modelo que mejor nos siente.

 

Lo primero depende de cada uno de nosotros. Para lo segundo es más fácil echar una mano a través de expertos en protocolo como el bloguero Mr. Daqui, que proporciona los consejos más útiles y prácticos sobre vestimenta masculina a sus miles de seguidores.

 

En primer lugar (y siempre como pautas generales), es importante que elijamos la talla que mejor se adhiera al cuerpo. Por ejemplo, la chaqueta debe llevar sus solapas ajustadas y que no queden sueltas (significaría que nos viene grande). Por otro lado, es mejor decantarse por la abierta, que es el diseño más popular y que puede ser de diferentes colores, o por la cruzada, para la que se deben evitar los colores fuertes y que debe ir siempre abrochada (incluso cuando estamos sentados).

 

Aunque no tenemos por qué hablar de todos los botones. De hecho, el superior puede estar fijado a veces, el del medio siempre y el inferior nunca. Gracias a ellos también sabremos si la hemos escogido a nuestra medida: si aprieta mucho, el anudado quedará muy tirante, y si nos va grande, hará bolsas. Además, si extendemos los brazos hacia abajo podremos controlar la altura del repisar: debe quedar a mitad de nuestra mano (ni por arriba de la muñeca ni por debajo de las yemas de los dedos).

 

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Y sin alejarnos de la zona del tronco, aparece un elemento del que en la actualidad se ha prescindido mucho, pero que aporta un punto de elegancia que no se debe dejar de lado: el pañuelo en el bolsillo delantero.

 

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En segundo lugar, la camisa y la corbata (o, si lo preferimos y nos va más el estilo vintage, la pajarita) deben ser elegidas con determinación y sentido: primero la una, que debe contar con un color principal que contraste con el de la otra, cuyo tono secundario tiene que complementar a la camisa. Y no olvidéis que no somos niños pequeños y que lo de llevar la corbata con el nudo hecho y un enganche que se oculte debajo de la solapa no es correcto: hay que aprender a anudarla correctamente.

 

En cuanto al pantalón, se trata de la base del traje, por lo que hay que prestar especial atención a su elección. Por lo general, debe haber una línea recta, limpia y que no se arrugue en su parte trasera, que permite alargar visualmente la silueta y que aporta una mejor estética al conjunto de la vestimenta. Para que se vea más elegante, tiene que sacudirse poco y no hacer bolsas a la altura de las nalgas. Además, si la prenda es demasiado larga, se formarán pliegues y la persona se verá más baja, mientras que, si es demasiado corta, se expondrán más los tobillos y acabará recordando a un pantalón escolar.

 

Uno de los complementos más atractivos del traje es el calzado, que debe combinar con la vestimenta y moverse entre diferentes tonalidades de marrón o bien ser negros, para los más clásicos, o azules o blancos, para los más arriesgados (sin perder nunca la concordancia con el resto de la prenda).

 

Por su parte, en estos días de invierno azotados por el frío nos notaríamos muy ‘desnudos’ (ser elegante no tiene que estar reñido con ir abrigado) sin una bufanda para movernos por espacios exteriores. Podemos atarla de forma más casual, con un nudo delantero; sofisticada, con una vuelta delantera; de graduado, caída por el pecho sin anudar; de conocedor, con un nudo delantero más elaborado; de artista, con una caída delantera y otra trasera, o de hedonista, sin que caiga, como si fuera cerrada.

 

Conocimientos básicos que deben sumarse al buen ojo y a la intuición que cada uno tengamos a la hora de mirarnos al espejo y comprobar que el traje nos queda (o no) como un pincel.


@casas_castro

David Casas

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