Un filete sin carne, por favor

“Imprimir” los alimentos en nuestra propia cocina, que un robot nos traiga los platos en el restaurante o comer una hamburguesa de carne… de laboratorio. Son sólo algunas de las innovaciones que veremos en la industria alimentaria en los próximos años. El futuro está más cerca de lo que pensamos. Lo recorremos en una serie de artículos que comienza con esta parada hacia la reflexión carnívora en probeta.

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A finales del pasado año, el 21 de octubre de 2015, Marty McFly llegaba a visitarnos después de un larguísimo viaje. Venía desde… 1985. Ése era el año en que se había subido a su flamante DeLorean con destino nada más y nada menos que al porvenir. En ese Regreso al futuro, imaginado por Robert Zemeckis treinta años antes, veíamos avances tecnológicos que no se han hecho realidad, como una pizza del tamaño de una moneda que al introducirla en una máquina se convertía en familiar o automóviles que circulaban por el cielo de las ciudades mientras los peatones se desplazaban en aeropatín. Sin embargo, otras de esas innovaciones que se consideraban entonces una exageración propia de Hollywood se han quedado atrás, como la utilización del fax en las empresas o algo difícil de creer entonces como el cine en tres dimensiones.

 

Resulta curioso cómo ni siquiera los guionistas de la película protagonizada por Michael J. Fox, que podían dejar volar todo lo que quisieran su imaginación, fueron capaces de entrever algunas de las tecnologías con las que hoy en día convivimos con total normalidad. Quizás se olvidaron, volcados en prever el futuro, en mirar hacia atrás, concretamente en regresar al 19 de abril de 1965. En esa fecha, un tal Gordon E. Moore, confundador de Intel, formulaba una ley según la cual cada dos años se duplicaba la capacidad de los transistores en un microprocesador. Esta progresión de crecimiento exponencial lleva a un crecimiento tecnológico cada vez mayor a un precio cada vez más barato y es la razón, junto a los recursos en investigación, desarrollo e innovación, de que muchos de los avances que nos parezcan ciencia ficción hoy, puedan ser realidad en un futuro cercano.

 

Carne de laboratorio

Los alimentos cultivados en laboratorio y las herramientas inteligentes para una nutrición saludable personalizada son ya una realidad y habrá más desarrollo en un futuro cercano.

 

Cinco años y 248.000 euros. Eso es lo que tardó y gastó el equipo dirigido por Mark Post, de la Universidad de Maastricht, en hacer una hamburguesa. No, no son apóstoles del slow food, sino investigadores de alto nivel que crearon una hamburguesa cultivada no por divertimento, sino, en sus propias palabras, “por una necesidad ética, económica y alimentaria”. Según las proyecciones de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), la demanda mundial de carne se incrementará en dos tercios de aquí a 40 años, y Post sostiene, como otros científicos, que los sistemas actuales de producción son insostenibles.

 

“En el futuro cercano, tanto la carne como los cereales se convertirán probablemente en productos de lujo”, sostiene el investigador, “y ello debido a la creciente demanda de cultivos para alimentar al ganado y producir carne”. Post y sus colaboradores proponen su hamburguesa cultivada como una auténtica alternativa a ese escenario insostenible.

 

Según sus propios cálculos, las ventajas de la nueva hamburguesa sobre la carne producida por los métodos convencionales son un argumento elocuente: un 45 % menos de gasto energético, un 96 % menos de emisiones de gases de efecto invernadero, y un 99 % menos de superficie cultivada.

 

Para la elaboración de esta hamburguesa de laboratorio, los científicos del grupo de trabajo de Mark Post partieron de unas pequeñas muestras de tejido muscular tomadas de una vaca con una intervención mínima e indolora. Ese tejido contiene dos tipos de células madre, las precursoras del músculo y las de la grasa, y de momento sólo han trabajado con las primeras. Las han cultivado en placas, las han estimulado a crecer y proliferar y han hallado la forma de convertirlas en tiras de tejido muscular de alrededor de un centímetro de largo. Hacen falta unas 20.000 de esas tiras para crear una hamburguesa del tamaño típico.

 

Siguiendo esta alternativa a la “carne de verdad”, dos empresas innovadoras con sede en California –Beyond Meat y Hampton Creek– ofrecen desde hace algunos meses productos sustitutos vegetales de la carne con el mismo valor nutricional. Su producto está disponible ya en los supermercados locales.


David Barreiro

Óscar Delgado

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