Destellos

Si me preguntas por cuál fue el primer recuerdo que mi psique retuvo, no sabría especificar cuál, más bien creo que tendría forma de heces vacunas de los Picos de Europa. Todos hemos sido niños, pero es difícil delimitar el acontecimiento o circunstancia original, el que marcó el halo de experiencia que se quedó anclado en las instantáneas mentales con las que refrescamos la vida sin que el paso de los años las resten viveza. Destellos que se erigen en hitos de lógica, en hilo argumental de nuestra presencia entre los demás, en pautas de comportamiento modeladas en relación a la experiencia vivida.

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Son fotografías mentales que se anclan sin querer en el cerebro para asaltar la consciencia en tiempo real, alejadas del ruido circunstancial del momento vivido, del intento por concretar in situ qué detalle de todos los que nos asaltan es el que saldrá al rescate cuando haya que renovar el recuerdo.

 

¿El primer gol? Ninguno en concreto, cualquiera de los que marcó Hugo Sánchez de chilena; ¿y del colegio?, el olor a ceras y las pizarras que levantábamos en clase al unísono para dar respuesta a las preguntas de la maestra; ¿y de la Navidad?, el olor a abeto y a musgo, la ansiedad por descubrir a Papá Noel.

 

Pero hay más, palabras que no tienen importancia el día que se emiten, acontecimientos que no adquieren el rango de históricos hasta que no se recuperan en perspectiva; consejos tragados con recelo en el momento de ser ofrecidos; frases lapidarias de origen acuoso que abanderan causas futuras; canciones desconocidas que marcan el tarareo de nuestra banda sonora original de por vida; segundos de producto audiovisual rescatados cuando volvemos a ser niños…

 

Destellos, al fin y al cabo, que imprimen carácter y que nos hacen ser de una forma u otra en el escaparate cotidiano. Y tú, ¿qué destellos tienes?


@360gradospress o @os_delgado

David Casas

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