La realidad del Community Manager

Carmela Ríos, responsable de redes sociales de El Mundo, tuiteaba recientemente unas palabras para la reflexión sobre periodismo y social media. Si bien se referían a los medios de información, la mayoría de ellas eran extrapolables a cuentas de cualquier naturaleza.

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Una escueta pero a la vez concreta guía sobre cuáles son las habilidades y competencias que debe tener quien en una empresa u organización se encarga de la gestión de la comunicación. Porque es esta última, no lo olvidemos, la materia prima con la que trabaja. Adaptada en forma de imágenes, palabras o ambas a la vez dependiendo del canal de distribución elegido para ello, pero comunicación al fin y al cabo.

 

Cuando a mediados de la década pasada periódicos, televisiones y radios intensificaron su presencia en internet abriéndose con ella a la participación de las audiencias, ni siquiera sabían cómo llamarnos a quienes desempeñábamos la labor de atenderlas. En cuestión de meses, las redes sociales pasaron de ser unas grandes desconocidas a convertirse en un goloso terreno que conquistar para aumentar el tráfico y ganar en presencia. Algo a lo que tampoco fueron ajenas las empresas, que han terminado por crear sus propios medios de comunicación e incluso no necesitar a los tradicionales para desarrollar sus estrategias comunicativas. Nacía así la burbuja del Community Manager, que fue cómo se convino en denominar a esa persona que lo mismo borraba un comentario en la web que montaba un concurso en Facebook.

 

A la par que las promesas de prosperidad laboral en una sociedad en crisis proliferaron -y aún siguen- las ofertas de cursos y formación para manejar los medios sociales, provocando no poca confusión con ello. Personas de la más distintas procedencias laborales y educativas se lanzaron a estudiar lo que para muchos era la salida del futuro, olvidando una cuestión básica: las redes sociales habían cambiado el cómo, pero no el qué. Es decir, se trataba de comunicar, sólo que adaptándose a las peculiaridades y posibilidades que brindan los nuevos formatos.

 

Proporcionar información de interés a las audiencias y conectar con los públicos mediante la confección de mensajes adaptados en tiempo y forma a cada uno de ellos es, por tanto, la columna vertebral de la actividad. De esta forma lo transmito en mis charlas y cursos sobre la materia (actualmente en Fundesem Business School la mayor parte del tiempo) y así lo defendía cuando ocupaba a principios de la década el cargo de responsable de redes sociales en ABC.es. En una entrevista publicada por Trecebits le aseguraba a Manuel Moreno algo así como que si alguien sabe de mecánica no tiene por qué conducir bien. De la misma forma, quien sabe usar técnicamente Facebook o Twitter y elaborar gráficos estadísticos no por ello sabe comunicar.

 

Sobre si existía la profesión de Community Manager como tal, explicaba que creía en ella -y lo sigo haciendo- como un campo que había multiplicado exponencialmente las posibilidades para los profesionales de la comunicación o la publicidad y que con el tiempo las redes sociales estarían digeridas como un sitio más donde desempeñar nuestro trabajo.

 

Un lustro después no es que hayan sido ya de sobra asimiladas por la mayoría de los periodistas -¡ay de quien todavía no lo haya hecho!-, sino que además han multiplicado sus funcionalidades abriéndose al mundo del marketing y el branding con la posibilidad de autogestionar campañas de promoción y difusión. Detectar temas de interés, buscar información, documentarse, relacionarse con fuentes, planificar contenidos vinculándolos a la actualidad y darles forma están en la base de la pirámide de labores.

 

Por estos motivos, y más que nunca, conviene valorar muy bien a quién se confían.


@Ivan_Munoz

S.C.

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