Cómo dar un discurso sin hundirse en la miseria

Saber dar un discurso ante el público es todo un arte, un acto que puede aportar credibilidad a quien lo transmite si se realiza correctamente o todo lo contrario si no se cuenta con las herramientas adecuadas.

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“La voz, la palabra, la elocuencia. El poder de la voz, de la palabra. Un hombre sin palabra es un hombre sin poder”. La actriz y directora teatral Magüi Mira subraya así la importancia que la comunicación verbal ha tenido para transmitir mensajes que lleguen a calar en el público y que sirvan como carta de presentación de uno mismo ante el que ve y escucha lo que sale por tu boca.

 

Como Mira, muchos directores y dramaturgos se han interesado por la curiosa historia del monarca tartamudo, ese inseguro Príncipe Alberto de Wembley que finalmente consiguió, tras un largo camino de aprendizaje, dar ya como Rey Jorge VI del Reino Unido el discurso más importante – en cuanto a superación y lucha – de su vida para comunicar la guerra declarada con Alemania en 1939.

 

Lo cierto es que ¿qué sería de los políticos y mandatarios sin un buen texto que cubra de principio a fin, de la forma más clara, directa y creíble y con remarcaciones gestuales y faciales, los actos presenciales que deben realizar ante el pueblo sobre el que tienen -cierto- poder? Y más importante todavía: ¿cómo podrían prepararlo sin la ayuda y el consejo de una persona que les oriente en el trazo de este mensaje? “Seguramente tendrían más dificultades para conseguir llegar a sus clientes, que no son otros que los ciudadanos, hacerse entender o descifrar ciertos desafectos puntuales“, responde Fran Carrillo (@francarrillog), asesor de comunicación pública y política.

 

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Según Carrillo, el papel de estos profesionales es imprescindible, ya que aportan “un ‘know-how’ que el político no tiene por qué poseer, pero que necesita en ocasiones tener a mano“, y son “la luz que ilumina a la estrella, pero nunca la estrella“; nunca más protagonistas que quien se encuentra encima del ‘escenario’.

 

Pero la necesidad de expresarse correctamente en público no solo se debe dar en el terreno político, ya que cualquier persona se puede ver en la tesitura de tener que exponer un trabajo o una idea ante un tribunal académico, denunciar un problema comunitario a la administración pública o hacer una propuesta a un equipo de trabajo. Y a menudo nos vemos faltos de técnicas y de herramientas para salir airosos de tal hazaña comunicativa.

 

La dificultad y la razón principal para esta ‘cojera’ expresiva proviene del sistema educativo, como valora Carrillo: “Vivimos en un sistema educativo basado en la obediencia y no el razonamiento lógico, la memoria y no el aprendizaje de competencias, la velocidad y no la reflexión. Seguimos insistiendo en un método donde la transmisión de conocimientos profesor-alumno se produce vía oral mientras que la demostración de saberes por parte de los alumnos es escrita”. Esta tarea de lápiz y papel “no demuestra la asunción e interiorización de los conocimientos, facilitando la cosificación de la memoria-loro, donde la regurgitación de conceptos y esquemas mentales previamente aprehendidos sin base ni fundamento, se hace norma con cada examen”.

 

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Claves para preparar un discurso

El asesor de comunicación aconseja, en primer lugar, saber articular en una idea el conjunto de la alocución, lo que determina si el relato carece o no de claridad, y no tratar de adelantar el segundo concepto cuando el primero todavía no se ha terminado de desarrollar; expresarse con el ritmo y la voz adecuados a cada tipo de mensaje; hablar como desea uno que le hablen, tomando algún elemento que conecte con los deseos e intereses de quien escucha, e intentar que vibre y sienta, al inicio, y que piense y reflexione después el titular o titulares que han resonado en su mente y que van a permanecer en su memoria. “Simplificar es ganar. La sencillez es poderosa cuando además provoca cambios“, añade Carrillo.

 

Es necesario también utilizar frases cortas y sencillas, de sujeto y predicado, ya que la mente del que escucha oraciones largas se queda interpretando o traduciendo lo que se quiere decir, lo que provoca que no conecte con el emisor ni consiga creerle. El mensaje, en definitiva, debe contener una idea, “un nexo de unión que aglutine deseos y motivaciones comunes“, como explica el asesor, “una sensación provocada para dejar impactos emotivos que exciten los sentidos y una frase que ayude a compartirlo con los demás y resuma el relato“.

 

Superar el miedo escénico

La comunicación no verbal es casi tan importante o más que el discurso, ya que, como expresa Carrillo, “los gestos son la vestimenta emocional del lenguaje“. Es justo lo primero que recibe y procesa el cerebro de las personas presentes en el acto comunicativo, que otorgan validez a lo que dice el expositor cuando ello es coherente con lo que ven.

 

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Pero llegar a este punto es totalmente imposible si no se pierde ese pánico que a muchos les entra cuando se suben a una tarima o a un escenario. Para ello, el asesor de comunicación facilita cinco recomendaciones de lo más útiles:

 

  1. Visualizar el partido antes de jugarlo, recreando todas las posibles situaciones que pueden suceder en él.
  2. Buscar momentos de soledad para repasar el inicio de la intervención para ganar en confianza y seguridad.
  3. Llegar con tiempo al lugar del partido para familiarizarse visualmente con el escenario y el público y anclarse en caras conocidas.
  4. Hablar despacio, ya que la rapidez es hermana del pánico.
  5. Relativizar: los errores son humanos, no se pueden evitar, pero sí se puede salir del paso con tranquilidad. Los bloqueos son normales, así que no se deben tratar de eliminar sino de encontrar una solución para cuando aparezcan.

 

Comunicar es una de las patas de nuestra esencia humana, algo tan imprescindible como cuidar nuestra alimentación o saber cómo respiramos, que define lo que somos, como resume Carrillo. Y el discurso, trabajado y estudiado al milímetro, se puede convertir en el micrófono que amplifique lo que tenemos en la mente y que permita que llegue al público objetivo como deseamos sin que se pierda en el limbo del espacio-tiempo.

Marcos García Martí

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