La importancia de cruzar la meta

Terminar lo que se ha empezado tras mucho sacrifio, esfuerzo e ilusión. Los atletas no siempre consiguen marca o medalla pero rebasar la línea que da por finalizada la carrera es mucho más importante de lo que pudiera parecer. Los testimonios del olímpico Derek Redmond y de la atleta internacional Raquel Landín explican el fenónemo.

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Su nombre sonaba con fuerza como uno de los atletas favoritos para colgarse el oro en la prueba de los 400 metros en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Eran las semifinales. Se colocó en la línea de salida y, al pistoletazo, salió disparado como un rayo hasta que, a unos 200 metros de la recta final, frenó en seco. “Lo primero que escuché fue un sonido extraño y pensé que sería un ruido que venía de la multitud, pero tras unos pasos noté el intenso dolor y supe de inmediato que era mi tendón de la corva”, explica vía e-mail Derek Redmond. La carrera parecía haber terminado para él. Parecía. Se levantó y empezó a saltar con un solo pie para acabar. “Había invertido mucho tiempo y esfuerzo como para terminar saliendo en una camilla”, asegura.

 

Esquivando todos los controles de seguridad, un hombre saltó a la pista para ayudarlo. “En realidad, no pensé que mi padre estaba a mi lado en ese momento, pues mis pensamientos eran de tremenda decepción e incredulidad”, recuerda para este artículo. Arropado por el calor de su padre y por las miles de palmas que lanzaron los espectadores desde las gradas, cruzó la línea de meta. Derek Redmond no logró medalla, pero se superó. Uno de los episodios más tristes de los Juegos Olímpicos se ha convertido paralelamente en una de las hazañas más grandiosas del deporte internacional.

 

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“Nada iba a frenarme para acabar la carrera”. Estas palabras de Redmond dicen mucho más que el deseo sano y entendible de ganar. Es una cuestión de actitud, no sólo ante el deporte, sino también en la vida. “Vivir es una carrera de fondo”, opina la atleta internacional y coach deportiva Raquel Landín. Según mantiene, “al afrontar un reto, sea el que sea, será la actitud la que marque la diferencia”. La meta fijada se antoja mucho más trascendental que saltar una línea blanca dibujada en el suelo. Hay que llegar “por uno mismo, porque después de haber estado trabajando duro en la preparación, dejando toda tu energía preparando un objetivo y si no eres capaz, ya no de lograr el objetivo -como puede ser una marca- sino de llegar, el sentimiento es desolador y peligroso para el futuro. Y esa sensación hay que evitarla”, indica Landín, entrenadora de atletas de alto rendimiento y populares.

 

De acuerdo con sus palabras, “el ser humano tiende a otorgar mayor peso a las malas experiencias vividas. Cuando uno abandona en una competición, carrera o en cualquier proyecto en la vida, se le quedará grabado ese mal recuerdo producto de la frustración generada por haber tirado la toalla”. De modo que, cuando llegue el momento de volver a colocarse ante la línea de salida, los pensamientos negativos (“no soy capaz” o “voy a volver a hacer el ridículo”) “se vuelven protagonistas en nuestras frágiles mentes, manifestándose con fuerza en los próximos retos”. Consecuentemente, explica la atleta, “se pierde seguridad en uno mismo y aflora el recuerdo de haber abandonado”. Las opciones de éxito habrán disminuido y “al mínimo síndrome de flaqueza, volverás a escoger el camino fácil“.

 

Querer es poder[Img #22220]

La cuestión es, quizás, saber cómo afrontar ese instante decisivo y dónde encontrar el empujón cuando las fuerzas físicas y mentales flaquean. La clave, de hecho, está más bien en las segundas. Raquel Landín, que ha cruzado incontables metas deportivas, recomienda “luchar contra las voces interiores que piden parar por el agotamiento, porque sí se puede; es cuestión de voluntad. Querer es poder”.

 

Evidentemente, si el percance es de carácter límite, la profesional aconseja detenerse. Pero, eso sí, cuando la situación sea insostenible. De lo contrario, “hay que luchar por llegar, olvidando la marca y el puesto, pues al rebasar la meta te embriaga la sensación de haber dado el máximo”. Y esa satisfacción “es sólo de uno mismo”. Puede ocurrir que el resultado no sea el esperado, pero “habrás ganado una nueva batalla contra tu yo interior”. “Es con ese pensamiento con el que hay que quedarse”, apunta la atleta, ya que el tanto de la victoria se lo anota la mente, que ha salido reforzada ante una situación complicada y, hasta cierto punto, dolorosa.

 

“Por un tiempo odié todo lo relacionado con el deporte”, admite Derek Redmond, pero “eso no duró mucho y todavía ahora siento pasión por el deporte y la competición”. Para este olímpico, no lograr las expectativas o que tu nombre figure el último en la clasificación no es sinónimo de ser un perdedor, ya que el simple hecho de llegar a competir en una carrera “es ya un logro en cualquier nivel”. Y continúa con una reflexión: “Se debe aprender de los errores cometidos en esa carrera en particular y concentrarse en la siguiente”.

 

Estas palabras no sólo las comparte Landín, sino que las amplía. “Hay que volver a la rutina de trabajo tras analizar dónde estuvo el fallo para no volver a repetirlo, pero con el convencimiento de que ahora eres más fuerte, tu poder de lucha ha aumentado y con él, el trabajo y sacrificio que estás dispuesto a afrontar”.  

 

Ahora bien, como en casi todo, para levantar el edificio, nada mejor que empezar por los cimientos. Para que todas estas recomendaciones funcionen se debe haber fijado un reto ilusionante y atractivo, pero sobre todo, realista. “Antes que nada tenemos que saber seleccionar nuestro objetivo, pues si se fantasea más de lo debido, nos precipitaremos a una inevitable derrota”, indica Raquel Landín. Pero eso no quita que la meta sea ambiciosa; es más, debe ser seductora para inyectar una buena dosis de ilusión que acompañe al esfuerzo de cada entrenamiento.

 

En cualquier caso, la gloria del que llega el último puede que no siempre sea tan mediática como la del que cosecha los primeros flashes, pero no deja de ser un auténtico triunfo. “Son ganadores igualmente porque han entrenado y sacrificado al igual que sus competidores”, opina Redmond. Los atletas afrontan cada entrenamiento con el fin de poder estar en lo más alto en el momento de la competición. La concentración y la focalización del objetivo juegan un papel fundamental. “No existe meta imposible, sino mente incapaz”, dice Landín. Y esa misma fuerza de voluntad “la trasladamos al resto de aspectos en la vida”. A su juicio, la persona que se supera en la vida, lo hace también en el deporte y viceversa. Y, para ello, no siempre es necesario subir al podio.

 

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@Lorena_Padilla

José Manuel García-Otero

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