Y: el último hombre

En materia de caos, apocalipsis y destrucciones globales lo habíamos visto casi todo. Entre el cine, las novelas distópicas y los videojuegos no había plaga o desastre que no hubiese acabado, al menos en la ficción, con parte de la Humanidad. Lo habíamos visto casi todo. Pero aún nos faltaba algo, una plaga que se cebase en los portadores de un cromosoma Y y los eliminase. La plaga que desencadena el argumento de Y: el último hombre.

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La historia empieza más o menos así: en el año 2002, Yorick Brown es un joven neoyorkino inmaduro y despreocupado y enamorado hasta el tuétano de su novia. Pero su existencia da un vuelco cuando una repentina y desconocida plaga asola la Humanidad provocando la muerte de todos los individuos masculinos sobre la faz de la Tierra. Porque, por alguna extraña razón Yorick no muere. Ni él ni su mono Ampersand lo hacen. Ambos tienen que enfrentarse al caos que vive el mundo después de haber perdido a la mitad de su población sabiéndose, además, los últimos representantes de su género.

 

Atrapado en un mundo anárquico en el que las mujeres luchan por reorganizarse y sobrevivir, la primera intención de Yorick es buscar a su novia que, cuando se desata la plaga, realiza un viaje de estudios a Australia. Pero pronto deberá asumir que su condición de ser el último hombre no le va a permitir moverse tan libremente como querría. El nuevo gobierno de los EEUU tiene planes para él: quizá en su supervivencia a la plaga se encuentre una posible cura para la mortandad masculina. A Yorick se une una agente especial encargada de su protección –la agente 355– y una brillante científica –la doctora Allison Mann– cuya misión es averiguar todo lo posible sobre Yorick y sobre su inmunidad.

 

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La serie discurre entonces, a modo de road-movie, por una innumerable serie de escenarios que, además, condicionan las historias que cuentan. Entremezclando géneros que van desde el western a la sitcom, Yorick y sus acompañantes recorrerán EEUU de instalación médica en instalación médica, buscando respuestas y mostrándonos cómo se ha organizado la nueva sociedad femenina.

 

Vaughan, que ya se había fogueado en las lides del guion colaborando ni más ni menos que en la serie de TV Perdidos, demuestra una extraordinaria capacidad para hilar una trama que va ganando en intensidad y profundidad a medida que avanza. Su gran mérito está, sin duda, en la paulatina evolución de los personajes cuyo carácter se va moldeando a través de las aventuras que nos muestra el cómic.

 

En total fueron seis años a lo largo de los cuales se publicaron sesenta números. Unas 1500 páginas que durante el tiempo en el que se estuvieron publicando cosecharon los principales premios de la industria, prácticamente, desde que apareció. Premios entre los que, por supuesto, está el Eisner al mejor guion para Vaughan y también al mejor dibujo para la responsable del apartado gráfico de la serie: Pia Guerra.

 

Hace poco, ECC ha reeditado en tomos recopilatorios la colección completa así que es una buena ocasión para acercarse a Y: el último hombre, un título que ya puede considerarse, sin duda alguna, un auténtico clásico del cómic.


@elplumilla

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