Esa voluntad por un mundo mejor

Esta semana en 360 Grados Press nos aproximamos a quienes deciden de forma libre consagrar su “tiempo, conocimiento y energía” a los demás. Sin ánimo de lucro y sin aires de grandeza. Con todo lo que eso implica y denota.

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Hace seis meses que Marisa Moreno, una valenciana de 25 años, hizo la maleta para poner rumbo a Chile, más concretamente a su capital, con motivo de un programa de voluntariado. “Después de acabar la carrera de Trabajo Social en 2011 y estar dos años sin empleo, vi que era el momento oportuno para empezar esta aventura. Mis principales motivaciones fueron experimentar el encuentro con ‘el otro’ y conmigo misma; vivir la transformación personal que conlleva irte a un país que no es el tuyo, donde no tienes redes o los mismos códigos de comunicación; y, de forma más secundaria, adquirir experiencia profesional, lo cual en estos momentos en España es prácticamente imposible“, relata. Su testimonio no es aislado, ni mucho menos: según las últimas estimaciones de la Plataforma del Voluntariado de España de su observatorio de 2013, las personas que optan como ella por ponerse a disposición de la sociedad se cuentan en más de cinco millones a nivel nacional, de las cuales un millón, aproximadamente, se dedican a la acción directa con ciudadanos en riesgo de exclusión.

 

El voluntariado sigue siendo algo que está creciendo en todos los ámbitos de nuestra sociedad“, afirma Marta Reina, la encargada de gestionar hacesfalta.org, un portal que se dedica a poner en contacto a oferentes y a demandantes de este ámbito según necesidades reales. Quizá, esta trayectoria en positivo se deba a la versatilidad de la propia actividad. Siguiendo con las palabras de Marta: “Nadie puede decir que no tenga cabida en el voluntariado. Encontramos desde el perfil más tradicional, que son mujeres de 20 a 35 años, hasta jóvenes en general, que buscan compromisos más puntuales o de corto y medio plazo, pasando ahora también por quienes tienen otras obligaciones, como la familia o el trabajo, pero se sirven de Internet para colaborar“. Asimismo, la coyuntura económica de los últimos años parece que no ha hecho más que alentar dicha implicación. “Mucha gente está comenzando a participar en estas actividades como una forma de ayudar a mejorar la situación actual“, matiza Hugo Calvo, el director de Fundación Universitas, en referencia a los grupos locales y a los viajes al extranjero que organizan desde esta institución.

 

¿La formación es un requisito necesario?

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Más allá del afán por arrimar el hombro a una o varias causas, “no hace falta tener unas aptitudes específicas“, declara la coordinadora de hacesfalta.org. Eso sí, de inmediato puntualiza que todo depende de la envergadura del proyecto en que uno se involucre. Así, por ejemplo, Marisa cursó una preparación de nueve meses antes de afrontar las tareas que le esperaban en su lugar de destino. En esta misma línea se posiciona el director de Fundación Universitas. “Los trágicos sucesos que se han dado últimamente, como los secuestros a cooperantes en zonas en conflicto, aunque anecdóticos nos recuerdan que las acciones de cooperación internacional o, incluso, los programas permanentes nacionales pueden tener terribles consecuencias aún estando organizadas por entidades expertas, de manera que no se pueden plantear como si fueran simplemente un viaje de turismo en el que, en lugar de hacer una actividad de ocio, se acude a un centro a ayudar“, argumenta. De ahí, por tanto, que este organismo se haya embarcado recientemente en la enseñanza específica para coordinadores de voluntariado, quienes aprenden a planificar, gestionar y financiar programas de semejante calado.

 

Tantas posibilidades como interesados

En cualquier caso, todos los implicados en esta actividad buscan continuamente vías para facilitar que quienes tengan la inquietud de practicarla puedan canalizarla. Como consecuencia, las modalidades han ido multiplicándose. “El voluntariado es presencial por tradición y esta forma se mantiene, pero con el tiempo han aparecido otras nuevas: el más puntual, el virtual o el familiar, que permite educar a los hijos en unos determinados valores y que los padres puedan compaginar su crianza con esta actividad. También destaca últimamente el voluntariado basado en el conocimiento profesional: cada vez más gente aprovecha su especialización laboral para compartirla con los demás“, ejemplifica Marta.

 

Por otra parte, como ha dejado entrever Marisa en las primeras líneas, se observa una tendencia hacia la adquisición de competencias pensando en un posible empleo. “En países anglosajones el voluntariado no sólo es un punto favorable en el currículo, sino que se está llegando a convertir en requisito indispensable para optar a determinados puestos. En grandes empresas se favorece la participación en horario laboral en programas de cooperación para el desarrollo local. Y en el futuro próximo incluso se fomentará todo este tipo de iniciativas, ya que las políticas europeas están valorando cada vez más las acciones de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) para subvenciones“, comenta Hugo. Es decir, que puede significar una salida real al mercado de trabajo.

 

Una labor común para un beneficio común

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En definitiva, por si ello fuera poco, el voluntariado llega a convertirse en algo más que un camino hacia un mundo mejor. “Al fin y al cabo, todos nos movemos por algo y esta actividad siempre tiene una contraprestación para quien la practica, desde sentirse mejor hasta… La razón última siempre pertenece a las personas en cuestión. Mientras éstas muestren la responsabilidad y la entrega necesarias durante su voluntariado, eso no importa“, reconoce Marta. Ahora, sólo faltaría una firme puesta en valor para terminar de impulsar esas iniciativas personales que siempre revierten en lo colectivo. “Los voluntarios son muy valorados por las personas a las que ayudan o con las que colaboran, pero no tienen demasiado apoyo social o institucional. Hay países en los que tienen ventajas fiscales, laborales, académicas, etc. Aunque no lo hacen por eso, este tipo de medidas les ayuda a mantener una vida un poco más cómoda. Si en España los jóvenes no tienen trabajo, las empresas no comparten políticas de conciliación familiar o social y, mucho menos, colaboran en programas de RSC, mecenazgos o patrocinios, ¿cómo alguien puede dedicarse a algo más que no sea su propia supervivencia? Y si cada uno mira sólo por él mismo, ¿a dónde nos lleva eso?“, reflexiona Hugo en voz alta.

 

Mientras, afortunadamente, muchas personas como Marisa siguen dando y recibiendo de aquellas realidades en las que deciden intervenir. “Esta experiencia me pone frente a quién soy y de dónde vengo. Me ha ayudado a aceptar muchas cosas y a valorar mi trayectoria. Al mismo tiempo, te cuestionas pensamientos y actitudes, lo cual me ha llevado a manejar los conflictos de otra manera, a comunicarme de forma más fluida, a aprovechar lo que la vida me ofrece… Además, a nivel profesional, estoy aprendiendo mucho y, creo, que aportando lo mejor de mí“, concluye.


@LaBellver

José Manuel García-Otero

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