«La canción de los vinos del Bierzo»

Evento Sarmiento pone en valor el más tradicional boca a boca para convertirse en una cita insólita con la música alternativa, el vino a pie de viñedos y la gastronomía berciana. 360 Grados Press no se perdió durante el último fin de semana del verano la edición de 2013 de un festival que apunta hacia añadas de éxito más jugosas.

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Llegas a Villafranca del Bierzo con la incertidumbre de conocer de cerca quées eso del Evento Sarmiento del que tanto te han hablado tus amigos, los mismosque ya se aventuraron a conectar con la filosofía de la cita en edicionesanteriores. ¿Será un festival o una experiencia gastronómica?, ¿cómo tengo queir vestido, para un concierto o para una conexión campestre?, ¿por qué seorganiza y cómo es el perfil de asistente?

 

Hasta que te plantas en el primer enclavede interés contemplado en el programa y comienzas a restregar los ojos. ‘Campechaníacasual’, podría ser la etiqueta de dicha toma de contacto. El punto deencuentro del viernes por la noche es el Torreónde Villafranca, una suerte de edificación de piedra con un escudo heráldico enla puerta que da fe de la nobleza de sus orígenes. Acceso bajo el que losmiembros de la organización pasan lista a los habituales y a los noveles delevento para colocarles la pulsera verde que les reconocerá como portadores dela suerte de ser uno de los más de 400 asistentes que este año lo alimentan.

 

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Dentro, las paredes húmedas alberganlos acordes inaugurales de la cita gastronómico-musical del fin de semana y lacata de bienvenida. Porque a nadie se le tiene que olvidar que el vino esprotagonista principal (o no, aún no lo sabemos). Los pamploneses Wilhem and the Dancing Animals (W&TDA), con mucha carga visual proyectada,descargan ante la fauna -movida por el instinto básico de la diversión- susritmos eléctricos y su folk deconstruido, enmarcados en la distorsión delrecinto y las ganas de juerga reinantes. Diversión activada.

 

Con las ojeras del tiempo nocturnorecorrido, los ‘sarmenteros’ madrugamos para coger los autobuses que laorganización dispone para abordar la jornada central del evento, la del sábado.‘Hoteles/albergues/hostales fuera’ y a activar de nuevo la ilusión ante lodesconocido, cargados del eco del bautizo vinícola de hace escasashoras. Vida y conversaciones en alto contrapuestas al silencio alegre de unalocalidad marcada el resto del año por otro perfil de peregrinaje, el delapóstol.

 

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¿Qué nos deparará el día? Paraempezar, una excursión al Castillo deCorullón, una finca privada familiar abierta al evento para degustar vino yconocer anécdotas relacionadas con los caldos, el enclave y la vida de la vid.Pero ganarse ese derecho exige tirar de riñones para ascender la cuesta de unosdos kilómetros que, entre castaños, conduce desde el aparcamiento de losautobuses hasta la edificación histórica. Sudor frío, anécdotas compartidas dela noche anterior o de la experiencia en el hotel y varios “esta caminata noestaba incluida en el programa, ¿eh?” amenizan el trasiego.

 

En el castillo

“Antes veníamos en bicicleta amerendar aquí, ahora lo han restaurado y la finca permanece cerrada. Esimpresionante reencontrarse con estas paredes después de 10 años y tener laoportunidad gracias al evento de volver a pisar un lugar privilegiado”. Maríaes berciana y está encantada de que el programa incluya la posibilidad quereflejan sus palabras, la de redescubrir dicha construcción.

 

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El Castillo de Corullón, de herenciafamiliar y noble, nos recibe con varios esportones de uva, antesala de lacharla que la periodista Maite Corsínofrece a los asistentes con el ánimo de poner en valor los caldos del Bierzo, el acelerón que hanprotagonizado desde 1990 a pesar de la juventud de sus bodegas o la buena valoraciónobtenida por éstas en los concursos internacionales a los que se hanpresentado. De fondo, la plumilla rescata las palabras de Eric Asimov, especialista en caldos del The New York Times, que recientemente escribió sobre los dela zona y lo hizo bajo una expresiva valoración: “La canción de los vinos del Bierzo”.

 

Una frase que da pie al quesuscribe, mientras saboreamos vino de la familia acogedora, a emplearla comotítulo de la crónica. Titulares como los que también buscan los benjamines asistentesal evento para ilustrar el entorno y justificar su asistencia al taller dePeriodismo de El País en el queparticipan mientras dentro del castillo se suceden los parabienes, losagradecimientos y los aplausos propinados a la ponente; expresiones que sefunden con el brindis y la ‘desvirtualización’ de aquellos que sólo se conocíanvía Twitter o Facebook antes del encuentro.

 

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Porque Evento Sarmiento demuestra a las pocas horas, tantopor las expectativas generadas a priori como por la experiencia a pie de campo,que es red social en sí mismo. De hecho, se celebra gracias a la puesta encomún de una idea entre una cadena de amigos, de una especie de boca a bocaconvertido en oportunidad para celebrar la fiesta de la vendimia, entreviandas, música y amistad. Así surge hace tres años y así se mantiene.

 

A Valdetruchas

Buen rollo aplicado a las circunstanciasdel momento. Pisamos la uva de forma testimonial en una especie de piscina‘toi’ y retomamos rumbo hacia los autobuses porque ahora nos espera la Finca Valdetruchas para beber más vino(y catarlo, claro).

 

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Un patio bajo el sol y aproximadamente30ºC de temperatura nos reciben al mediodía berciano en esta finca, una bodegalabriega tradicional que recobra la vida gracias al buen rollo reinante. Comoingredientes, showroom de ochobodegas (Casar de Burbia, Altos de San Esteban, Losada, Luna Beberide, Pago deValdoneje, Peique y Tenoira Gayoso), mesas redondas paraser ocupadas por turnos y expertos sumilleres para amortiguar el paladar concaldo y jamón ibérico de bellota.

 

Después de esta experienciaespirituosa, el cuerpo pide más y un rumor envolvente ya apunta hacia la Cabaña de los Pinos. Allí, dicen, es”el oasis que nos espera. Después de tanto vino apetece una cerveza y nada másllegar una Mahou bien fría con pulpo, empanada y música, siempremúsica…”. Con la boca agua, con sed y calor vamos para allá en otro paseo kilométricoentre viñedos por caminos de concentración.

 

La Cabaña de los Pinos

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Supongo que Miguel Indurain sentiría la misma sensación de ansiedad conjugadacon emoción cuando avistaba las cumbres de alguno de los puertos final de etapadel Tour tras unas cuantas horas sentado sobre el sillín de su bicicleta.Nosotros vamos a golpe de calcetín, pero divisar en el altozano la que sepresupone es la famosa Cabaña de los Pinos dibuja la sonrisa al más pintado.Sobre todo porque hace mucho calor bajo el sol, porque uno le da vueltas a lodel “oasis, la Mahou, la música…” y porque ha leído ya muchas sensaciones escritasde este lugar, las mismas que le han conducido a decir “sí” en 2013 a estar enEvento Sarmiento.

 

Dicho y hecho. La Cabaña de losPinos se erige imponente entre viñedos, unas vistas profundas que expresan elalma del Bierzo y un entramado compuesto por el escenario, la barra, las mesasde las viandas y la sombra de los pinos que alimentan la ilusión al perfil máshierático.

 

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Pulpo, empanada y tomate parareanimar los ánimos; cerveza, refrescos, vino y otros alcoholes paramantenerlos; y música, amistad y buen rollo para sostenerlos. De fondo, Fanfarlo, lujo londinense del circuito demúsica alternativa que ameniza el atardecer de color vino rosado (casi naranja)y las buenas vibraciones de un cuadro que bien podría haber servido de fuentede inspiración a cualquier pintor romántico, realista o costumbrista.

 

Y hasta aquí puedo escribir porquela fiesta continúa en Villafranca del Bierzo…

 


Javier Montes

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