Auroville, el sueño de La Madre

Érase una vez una joven francesa que buscaba la verdad. Recorrió varios caminos sin detenerse al final de ninguno, hasta que llegó a Pondicherry, capital de las colonias francesas en la India a principios del siglo XX, y conoció a Sri Aurobindo, filósofo y poeta indio que practicaba el yoga integral. Esta joven se llamaba Mirra Alfassa, pero para sus seguidores pasaría a ser La Madre. Fue la sucesora de Sri Aurobindo. Sus enseñanzas marcaron profundamente a esta mujer, que dedicó su vida a difundir la obra de su maestro. Y siguiendo estas pautas fundó, el 28 de febrero de 1968, Auroville.

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Auroville nació, según la idea de La Madre, como un lugar que no pertenece a nadie enconcreto, sino a toda la humanidad, como un sitio donde la búsqueda material yespiritual no chocan entre sí, como un espacio donde la diversidad de razas,creencias y nacionalidades no sea causa de problemas, sino de unión. Laidea de La Madre era que no hubiera propiedad privada, que no circulara dinero,que el gobierno de la ciudad se rigiera por una “consciencia espiritualizada” yque todo auroviliano viviera en paz con los demás, con la naturaleza y consigomismo. Esta comunidad “ideal”, aprobada por la UNESCO, contaba en sus inicioscon una población de jóvenes de 124 países. Hoy en día Auroville tiene más de 2.000 habitantes de 44 nacionalidadesrepartidos en comunidades con nombres tan llamativos como Courage (coraje),Surrender (rendición), Gratitude, Verité o Revelation.

 

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Hace unos días visité esta población situada en la costa sureste de la India.Antes de llegar me hice a la idea de que sería una especie de comuna hippie,donde todos se conocen, se reparten el trabajo, cultivan productos ecológicos ymeditan juntos en armonía. No podía estar más equivocada. Auroville, a misojos, no es más que una urbanización deoccidentales en la India. Lo que más me decepcionó fue el recibimiento fríoque hacen los aurovilianos a los visitantes. Se supone que fue fundada como unlugar para todos, de nadie y de todos, pero muchos de los habitantes de este singular lugar miran a los foráneospor encima del hombro. No percibí tampoco ningún sentimiento de colectividad:la mayoría de los habitantes no se conocen entre sí, viven y trabajan en su comunidady apenas se relacionan entre ellos; ya no digamos con los visitantes.

 

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Tampocoes fácil convertirse en auroviliano. La Madre la fundó con la idea de que acogiera a unas 50.000 personas,pero las trabas que pone su “gobierno” a los que quieren quedarse sondesorbitadas. Si tienes interés en vivir en Auroville debes saber que, enprimer lugar, debes pasar variasentrevistas ante una asamblea de residentes. A continuación trabajar un año gratis, y una vezpasado este periodo, someterte a una votación en la que participa todoauroviliano. Y el resultado puede ser que no te quieren allí. Me pregunto sicuando La Madre soñó con este lugar se imaginó que tantos serían rechazados.

 

Pero, para ser justa, no todo en Auroville es malo. La idea en sí misma es buena, yaunque a mí, personalmente, no me hayan gustado los aurovilianos, a ellos seles ve felices… y también me encontré con algunos que nos recibieron con losbrazos abiertos. Pero sin duda, lo que más me gustó de Auroville, fue elMatrimandir, una bola dorada gigantesca, de apariencia futurista, situada en elcentro geográfico de la población. En el Matrimandir, quees sagrado pero no pertenece a ninguna religión, se percibe la paz y lasensación de comunidad que no se siente en el resto de Auroville. Por algo esel alma de este lugar, el sueño hechorealidad de La Madre.

Namasté.

 

@EvaSaGon

Laura Bellver

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