“El Flaco fotografía al mismo tiempo que habla; habla y escribe de todo lo que fotografía. Lo que él dice es verídico y lo dice con el sentido del humor y la ironía de los cubanos”. Las palabras son de Cristina Vives, comisaria de la exposición ‘La Habana del Flaco’, con las que describió la producción fotográfica de José García Poveda, alias el Flaco, durante el acto de presentación de la muestra que acoge el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM) sobre las “experiencias históricas” que el fotógrafo murciano afincado en Valencia captó durante casi una década, la de los 90, en una decena de viajes de ida y vuelta a Cuba.
Un
recorrido que combina las anotaciones del propio fotógrafo con la presentación de
sus instantáneas ordenadas por seis capítulos de experiencias (‘Korda y el
Che’, ‘La ciudad’, ‘La gente’, ‘El éxodo’, ‘Fidel, el Papa y el Rey’; y ‘El
Malecón’) que captó durante una época áspera en la isla, a la vez que de
descubrimiento de nuevas formas de salir a la calle de los cubanos, por encima
de los mensajes tradicionales revolucionarios, como ocurrió en 1998 con la
visita del Papa Juan Pablo II a La Habana.
“He visto demasiadas cosas fuertes y otras bellas en La Habana”, indica el Flaco, quien reconoce que el éxodo de los balseros al que asistió detrás del objetivo en la ‘situación especial’ cubana de 1994 es una de las realidades que más le impactó. “Es duro ver a unas personas que se echan al mar encima de una mierda de serpiente de goma hasta que los pierdes de vista en el horizonte mientras sus familias se quedan en tierra llorando”.
Fotografías
de un trozo de historia cubana que alcanzan la mirada desde 1990 hasta la
Cumbre Iberoamericana de 1999, hito que sirvió de excusa para la primera visita
del Rey de España a la isla. Una cita que El Flaco, como reconoce, vivió en la
calle más que por dentro. “Me interesaba ver la reacción de los habaneros y me
sorprendió que con el Rey la gente no saliera a la calle, no despertó un sentimiento
de masas como ocurrió con el Papa”.
La muestra significa un trozo de historia habanera, sin ornamentos, sin hipérboles, sin planos forzados, sin descontextualización de discursos. Es la visión foránea de quien llegó a La Habana para volver en diez ocasiones e introducirse en las rutinas de los cubanos hasta percibir como un habanero más desde su cámara las realidades que marcaron aquellos años. En este sentido, Cristina Vives matizó que “tenemos una deuda de gratitud con el Flaco, por el conocimiento que de nosotros mismos ayudó a que tuviéramos”. La comisaria confía en que la muestra adquiera un carácter itinerante y poder recibirla así en La Habana después de su primera parada en el MuVIM.
Al fondo de
la sala, instantáneas del Malecón, donde
el fotógrafo iba a parar todas las noches a “ahogar sus penas”… ¿Volverá el
Flaco a La Habana?: “Sí, claro. En 1999
fue la última vez que fui físicamente, aunque allí una vez que has ido siempre
te quedas”, explica el autor antes de difuminarse durante la presentación de la
muestra entre flashes, autoridades y sus propias fotos.