El paso suspendido de la cigüeña

Theo Angelopoulos falleció el pasado mes de enero cuando la moto de un policía se lo llevó por delante mientras grababa la que iba a ser su nueva película. Tenía 76 años y una larga trayectoria como director de cine. Quizá su mayor éxito llegó con La eternidad y un día, galardonada con la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1998. Pero Angelopoulos dejó otras muchas grandes películas y un sello personal inconfundible: narraciones pausadas, ambiguas, tomas largas, tiempos muertos, alteraciones cronológicas…

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Elpaso suspendido de la cigüeñano es precisamente una de sus obras más conocidas -las distribuidoras ‘mueven’lo que quieren- aunque de ella se ha escritomucho y bien. Vicente Molina Foix, llegó a decir en Fotogramas que se trata de “la obramaestra absoluta de Angelopoulos”.

Rodada en 1991, narra la historia deAléxandros (Gregory Karr), un periodista que viaja a la ‘sala de espera’, comose conoce a la frontera entre Grecia y Albania. Allí se concentran refugiadoskurdos, turcos, albaneses, polacos, rumanos, iraníes… Todos esperan unpermiso para abandonar ese sitio frío, pobre y triste. El periodista,acompañado por un equipo de televisión, pretende grabar un reportaje sobre cómoviven esas gentes pero inesperadamente cree reconocer a un antiguo políticogriego que unos cuantos años antes había desaparecido. Ese papel lo encarna unirreconocible Marcello Mastroianni.

La película es larga -más de dos horas- y lenta.Durante muchos minutos el reloj no corre y la historia no avanza. Seguramentelos críticos entenderán esta forma de hacer cine pero a un espectadoraficionado se le escapa tal pulcritud.

Inma Aznar, periodista

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