El oficio que cuida de nuestro pasado

El ser humano ha ido dejando improntas a lo largo de su existencia. Algunas han recibido el perdón del tiempo y han llegado hasta el presente, permitiendo saber qué se fue en tiempos remotos y cómo se ha alcanzado la realidad actual. Una vez halladas, garantizar que éstas sigan siendo testigos de la historia no es tarea fácil. Esta semana en 360 Grados Press hemos peregrinado por el minucioso trabajo de restauración y conservación que requiere el legado cultural.

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Unenorme lienzo del siglo XVIII preside la sala. Numerosas manos trabajan sobreél desde hace un año a base de pincel y paciencia. La obra se trata de La predicación de San Juan Bautista deJosé Vergara y el lugar, del departamento de pintura de caballete del Instituto Valenciano de Conservación yRestauración (IVC+r) en su sede en Valencia. Aquí, piezas como ésta – másde una veintena en este momento – reciben una segunda oportunidad parapervivir, algo que está muy lejos de ser sencillo. “Esta pintura de Vergara en concreto ha sido complicado manejarla por sutamaño tan considerable. Además, tenía muchos daños y una preparación roja quees muy difícil de intervenir. Nos ha costado bastante alcanzar la estabilidaddel lienzo. Ha llegado a estar todo el personal del taller con ella, pero ahoraestamos contentísimos“, confiesa FaniSarrió, jefa de esta sección.

 

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Loslogros se suceden en las estancias contiguas. Justo al lado, otro equipo deprofesionales especializados en patrimonio documental hace lo propio con lapiel, el pergamino y el papel. Lidiar con microrganismos, reintegrar partes demanera mecánica y manual o tratar manchas con humedad son algunos de losmúltiples procesos que ponen en práctica para, como mínimo, asegurar que laspiezas se mantengan conforme estaban. Y así lo consiguen. Claro ejemplo de elloes el Libro de Privilegios de Felipe Vdel Archivo Municipal de Carcaixent, el cual no solo sufrió un incendio en1911, sino también las consecuencias de las inundaciones de 1982 tras eldesbordamiento de la presa de Tous. “Llegóprácticamente como una bola de barro, pero lo recuperamos al máximo posible“,recuerda Ángel Calderón, técnico deconservación y restauración en obra gráfica y material de archivo.

 

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Pasosadelante, al fondo y a la derecha, se encuentra otra de las divisiones delinstituto: textil. La trama y la urdimbre cobran todo el protagonismo en esteespacio, donde se reparan con sumo cariño indumentarias y piezas decorativasrealizadas con tejidos. Por ejemplo, un traje de torero fechado en 1830estropeado por el paso de los años, la luz del sol y la acción de los insectos.”En este caso perseguimos frenar eldeterioro y darle un aspecto entendible. La idea es reintegrar las lagunas parano se vean agujeros“, apunta MercèFernández, técnico superior en restauración textil. Pero más allá de loshilos, en esta sección hay también otro personaje a destacar. En palabras deesta técnico: “El soporte es muyimportante. Una vez restaurado el textil, sino queremos que se manipuleincorrectamente, le damos un soporte adecuado para que no sufra tensiones oproblemas“.

 

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Unacuarta habitación marca el fin del recorrido, la correspondiente al área depaleontología y arqueología. Cajas y archivos apilados cubren sus paredes. Enellos se guardan numerosas muestras de lo impensable: desde restos demicromamíferos que ya no existen hasta la dentadura de un rinoceronte que hacecientos de años habitó en la Comunidad Valenciana. Cuidado, estudiado y catalogado,así se trata todo este material que proviene de excavaciones y prospecciones. Ylo mismo ocurre con aquel otro que no se puede almacenar, el arte rupestre. Elobjetivo, hacer constar lo que hubo y permitir que en el futuro se pueda seguirmirando atrás. “Cuando se excava unyacimiento se procura no agotarlo todo, porque las técnicas que tenemosactualmente nos permiten acceder a una información. Pero, probablemente, dentrode unos años se podrá acceder a más. Por eso, debe quedar yacimiento para quese siga investigando“, concluye RafaelMartínez, doctor en arqueología y coordinador de este departamento.

 

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Elitinerario a lo largo de la restauración y la conservación podría continuar.Obras pictóricas, documentos, textiles, fósiles y restos de la antigüedad sonsolo una parte de esta vasta profesión que custodia las huellas del tiempo.Todas ellas constan de particularidades, pero el trabajo colaborativo y decomplementación a la hora de afrontar un reto en forma de pieza histórica rompela posible distancia. Además, una serie de principios las unen íntimamente: lamínima intervención, el respeto al original y la reversibilidad. Éste último,un aspecto en el que todos los profesionales hacen especial hincapié. “El aspecto de la reversibilidad es básico.Pensamos que lo que hacemos hoy, dentro de unos años puede quedar obsoleto porun nuevo sistema de intervención“, argumenta Mercè Fernández. Así, un puntode costura especial que fácilmente se deshace o materiales mudables son lallave hacia un futuro mejor trabajo.

 

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Sinembargo, esto sería la anécdota del proceso, pues desde la recepción de unaobra hasta su intervención falta el movimiento maestro, quizá el másdesconocido para la sociedad: la investigación. Porque la restauración no puedeacometerse directamente. Por ello, radiografías, TAC, mediciones, fotografías,documentación, realización de mapas de deterioro o extracción de muestras,entre otras actividades, preceden siempre la actuación final. “Hacemos como el DNI de cada pieza“,ejemplifica Ángel. Y ahí, justamente, es donde reside la diferencia que marcaun trabajo profesional.

 

Contodo, las líneas siempre parecen pocas. Cada especialidad y, más concretamente,cada obra sería digna de un artículo. Las palabras de Fani Sarrió lo definen ala perfección: “Toda pieza es un mundo.Yo siempre digo que son como un enfermo, al cual hay que aplicarle untratamiento de intervención y, así, ver cómo responde“. Sin duda, hay listade espera para rato.

@LaBellver

Adrián Cordellat

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